DIARIO DEL HUILA, CRÓNICA
Por: Hernán Galindo
Sus manos no tiemblan. La derecha vuela convencida por el aire y cae firme en el coco que la izquierda sostiene con seguridad sobre un sólido tronco de madera, pleno de cicatrices, testigo mudo de miles de faenas diarias similares.
Sin problemas, en par manotazos, da en el ojo del coco. En segundos el fruto tropical está listo, le pone el pitillo en un extremo y lo entrega al cliente que espera ansioso en el crudo sol de las dos de la tarde en Neiva.
Cielo Gómez Guzmán, tiene 43 años, es de Puerto Betania, Caquetá, (con esposo, Roberto Pinilla, y familia de 4 hijos, “muy bonita y organizada en el barrio Alberto Yepes”)también vende el agua en pequeños tarros.
«Vea señor -dice detrás de una sonrisa de orgullo- hay cocos que pueden llenar casi un litro, que vendo a $8.000, y a veces se necesitan dos o más», nos comenta.
Después de separada, su mamá y 12 hijos llegaron a Neiva hace 38 años a Las Palmas. Se puso trabajar en la galería en un puesto de frutas “con el que levantó a todos los muchachos”.
Cielo empezó a trabajar a los 13 años, ayudando a la familia, con dos hijos sordos mudos y una hermana en situación de discapacidad. Se desplazó por los pueblos vendiendo distinta clase de mercancía y cacharros en las tiendas.
Vendedora callejera
Es vendedora de agua de coco por casualidad. Inició hace 7 años en el puesto actual, frente al Centro Comercial Santa Lucía, protegido por la sombra de altos árboles, con la ganancia de un amplio espacio para atender los carros y compradores que orillan. “Este sitio es bendito”, afirma, y se le ilumina la cara.
Los hermanos traían coco del Caquetá. Y un día cualquiera uno le dio la oportunidad de vincularse, de trabajar y “se me dio, me gustó, vendía, vendía, me fue bien y me le pegué…y aquí estoy, luchando”.
La rutina es de domingo a lunes, no descansa. Llega a las 8 de la mañana, así llueva, porque de lo contrario la gente le reclama la presencia y, claro, el agua de coco.
Secretos particulares no tiene. “El amor de Dios (cree en Él al mil por ciento, “lo adoro, es mi guía”), no más, y atender con amor y respeto. Tengo una clientela excelente que me busca y respeta, gracias al Señor”.
Cuenta que sabe que en Neiva hay otros pocos negocios similares. En la vía a Surabastos y otros tres en el centro de la ciudad.
El coco llega en su mayoría del Caquetá. Los hay amarillos, grandes, medianos y verdes. Ella va regularmente cada 15 días a Gigante, Garzón, Rivera, Campoalegre a traer la fruta. Aunque son de palmas diferentes no hay un agua especial o más sabrosa.
“Todos tienen un sabor distinto, siempre está el preciso para la exigencia de cada cliente, aunque en particular, la verdad, me gusta el verde, es pequeñito. El líquido es delicioso. Viene de Florencia”, confiesa, con un rostro mezcla de sonrisas fugaces, líneas expresivas y gestos de sorpresa, y exhibe la peinilla, con la que nunca se ha hecho daño.
Medicinal
La comercialización es sencilla. El coco lo vende en 2 0 3 mil pesos, dependiendo del tamaño, listo para consumir. O el cliente lo puede llevar para la casa. Hay gente que le da uso medicinal al agua.
“Lo llevan para los cálculos de riñón o vesícula. El agua decoco biche lo licua con habichuela y se la toman durante 7 días. Y santo remedio, la gente se recupera”.
“También la utilizan para el dolor de cabeza. Se riegan el agua y la amarran. Hay gente que me dice que es bendito”.
¿Y para coctel? “La gente le mezcla ron, brandy, leche condensada y cualquier licor que escojan. Es muy sabroso. También es afrodisiaco, comprobado. Tiene muchos beneficios y bondades. Excelente”, asegura, y suelta la risa.
La cascara y la pulpa la regala. Mucha la llevan para finca, como abono, para las plantas.
Cielo, sabe ¿sabe quién es Coco Chanel? “No, quién…”
Una famosa diseñadora de alta costura francesa. “Ah, yo compro en Los Comuneros, jaja”.
Y la canción que le cantan los clientes. “Agüita de coco para calmar la sed… jajajajajaja”.
