DIARIO DEL HUILA, CRÓNICA
Por: Hernán Galindo
En junio de 2022 Olga Cecilia Hernández se jubilará, después de trabajar 44 años. 10 en el antiguo Ley y 34 últimos en la Registraduría Departamental.
En realidad, la mujer de 61 años ya podría marcharse tranquila, pues ya recibió la resolución de retiro, pero tiene calculado proceder en junio de 2002, cuando se gradúe el hijo que estudia derecho y filosofía en Popayán.
Olga, también es madre soltera de una mujer, Ester Sofía, contadora, quien ya le entregó la dicha de una nieta, la hizo abuela. Ellas son una de las razones por las que ansía terminar la jornada de tantos años.
“Quiero descansar. Pasear, vivir con ellos en Pitalito. Además, tengo una lesión en la espalda”, cuenta.
Primera entre 51
La vida laboral de Olga empezó en el desaparecido almacén de cadena, hoy, Éxito. Fue una de las empleadas fundadoras. “Era cajera y me retiré porque no me convenía un arreglo que me propusieron”.
A los pocos días tuvo un golpe de suerte que le cambió la vida para siempre. Una buena amiga le contó que estaban necesitando una señora de servicios generales, mídasele, usted puede, le dijo, convencida.
“Eso es con palanca política. Yo no le jalo a eso, le respondí, algo desanimada. En todo caso, ella me alentó y me presenté al concurso por fregar y pasé”. Ganó entre 51 aspirantes que se presentaron al cargo.
De esa época recuerda, riendo de buena gana, la anécdota ocurrida durante la entrevista. Le preguntaron qué había hecho cuando el falso anuncio del rompimiento de la represa de Betania, recién sucedido.
“Les comenté que apenas supe la noticia salimos corriendo de la casa, en Las Acacias, sur de Neiva, espantados con muchos vecinos que corrían. Unos en pijama, otros llevaban el televisor, la licuadora, lo que pudieron coger de medio valor.
“De pronto, a mitad de camino, me acordé que había dejado debajo el cheque de la prima de junio, que me acaban de dar. No me importó nada, sino mi cheque. Mi cheque, mi cheque, que se me ahoga, decía yo…jajajaja
“Entonces, regresé, lo tomé y de vuelta a correr hasta una loma. Subimos a Peñón Redondo y esperamos hasta que se aclaró que era mentira todo lo del supuesto daño en el embalse y la inundación de la ciudad…Jajajajajaja”.
A la Registraduría ingresó el 21 de junio de 1988. Actualmente es la funcionaria más antigua en edad y tiempo de servicio. Durante todo este tiempo ha visto pasar a 9 registradores delegados y transitado por seis sedes. Inició en la calle octava con carrera primera.
“Entré un martes, llena de muchos nervios. No sabía de servicios generales, como se empezó a llamar el empleo en ese tiempo: era hacer aseo, servir tintos, atender a los funcionarios y al público. Venía de ser cajera”.
Batalló con juicio, se ganó el cariño de compañeros y jefes y fue escalando en la entidad estatal.
“Me dieron la oportunidad de ascender en cargos. Cuando entré, tenía cuarto de bachillerato. En el año 2000, el doctor Humberto Carrillo (registrador actual) me alentó a validar el bachillerato para seguir adelante. Así fue que pasé a auxiliar, secretaria y desde hace 6 años soy técnico operativo.
Por eso, Olga afirma con emoción estar muy agradecida con la Registraduría “donde siempre me han tenido en cuenta. Me ha dado todo lo que tengo: felicidad y una hermosa familia. Parece que fue ayer que entré a trabajar”.
Casi le queman la ‘casa’
Por esa consideración a la entidad que estima su casa fue que se angustió y llenó de pesar la noche del vandalismo desatado en Neiva, hace poco menos de un mes, cuando unos encapuchados prendieron fuego a la sede de Bancolombia, en un costado del Parque Santander, edificio en el que funciona la Delegación, en el tercer piso.
“Veía los videos y decía Dios mío qué tristeza, qué horror. Es la casa de uno, donde trabaja, Hay muchos archivos, documentos importantes. Me preocupé y llené de miedo por la entidad, por mi trabajo y el de mis compañeros, que vivimos de laborar en ella”.
Sin envidia, Olga tiene recomendación sencilla para quienes llegan a servicios generales. “Les digo que es una labor muy bonita, donde se conoce gente, que deben tratar con mucho cariño. Poner mucha atención al aseo, darse a querer de los compañeros, de los jefes y la gente”.
Mujer piadosa, sencilla, humilde, agradecida y enamorada de la Registraduría se despide, no sin antes expresar especial reconocimiento a dos personas:
Humberto Carrillo, “gran jefe, excelente persona y compañero, enorme ser humano. Y la doctora Yanira Córdoba Rivera (registradora), fue compañera de oficina, siendo siempre una magnífica persona y gran jefe”.