Diario del Huila

‘No puedo entender el amor sin disciplina’

Jul 10, 2021

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DIARIO DEL HUILA, MUY PERSONAL

Por: Rolando Monje Gómez

Fotografías: Tatiana Ramírez

Aunque en su juventud quería ser alcaldesa de su pueblo, y nunca pensó en dedicarse a la educación, así su padre se lo repitiera muchas veces que era la mejor profesión para una mujer. Hoy tiene 45 años de magisterio y aprendió a entender que su papá tenía razón.

Algo que muchas veces le repitió don Luis Falla a su hija mayor, era que la mejor profesión para una mujer era ser maestra. Pero a ella, en su juventud nunca lo escuchó, prefirió estudiar Ciencias Políticas, porque quería ser alcaldesa de La Plata, su tierra natal, ese era su proyecto de vida, no ser maestra.

Sin embargo, a los 19 años decidió casarse, con su único novio, dejar sus estudios y dedicarse a ser ama de casa, porque para ella a eso se debían dedicar las mujeres. Pero las obligaciones de ser una pareja joven, recién casada, la obligó a tomar una decisión. Trabajar como maestra, para lo cual se preparó y hoy ya son 45 años de ejercicio.

Amparo Falla de Hernández, es la hija mayor de ocho hermanos de don Luis Falla, la que nunca quiso ser maestra y hoy, después de muchos años, reconoce que su papá tenía toda la razón.

Nació en La Plata, Huila, 5 de septiembre de 1954 en una familia humilde, que dependía del trabajo del padre que era transportador. Eran ocho, cinco mujeres y tres hombres, del matrimonio de don Luis con doña Blanca Rosa Puentes, quien se dedicaba a las labores del hogar.

“Nuestro hogar era lleno de mucho amor y mucho cariño, nuestro padre murió muy pronto, y mi madre siempre nos ayudó en todo, es una mujer muy inteligente y muy capaz. Con los hermanos nos dedicábamos a estudiar y pasarla rico, eran llenos de ideas, íbamos a paseo, jugábamos en la calle, a esos juegos tradicionales que se han perdido hoy”, nos comenta Amparo.

Recuerda cuando su papá compró el primer televisor en blanco y negro, tuvo que traerlo de Garzón y reunidos en familia vieron como llegaba el hombre a la luna, “fue el primer programa que vimos”.

Ella estudió con las monjitas vicentinas su primaria en la Escuela San José de La Plata, era llena de arte y de música, y luego en el Marillac de La Plata hizo hasta cuarto bachillerato donde se graduó como secretaria. “Los dos últimos años los fui a hacer a Madrid, Cundinamarca, pero mis padres se vinieron para Neiva y finalmente terminé en el Simón Bolívar. Estudiaba Ciencias Políticas en la ESAP en Bogotá y me salí de la Universidad para casarme”.

“Mi vida me cambió al casarme, y empecé a estudiar en la Normal, porque me nombraron como maestra y nunca me he arrepentido de serlo. Mi papá siempre lo dijo y yo no le escuché, no me quise ir a la Normal de Belalcázar”, recordó Amparo.

Cuando se casó nunca imaginó que tenía que trabajar, pensaba en ser ama de casa, como las mujeres de otros tiempos, quería estar en la casa con sus hijos, pero al ser tan jóvenes las cosas no fueron fáciles. Ahí entendió lo que su papá le había dicho, que la mejor profesión para una mujer era ser maestra.

“Hoy no me veo como ama de casa, yo estaba equivocada, mi profesión era ser maestra, pero por rebeldía no le hice caso a mi papá. Sin embargo, hoy considero que me ha tocado hacer de todo: ama de casa, esposa, madre, y maestra”, comenta.

Maestra en formación

A lo largo de estos 45 años Amparo Falla ha ejercido en instituciones públicas como privadas, en todos los niveles y hasta con adultos, pero lo que más le gusta es estar con los de primaria. “El grado primero que es mi mejor experiencia, me encanta ese grado”. Su primera experiencia fue en el ‘Luis Carlos Trujillo Polanco’ de la Plata, Huila.

Amparo fue formada en el arte, aprendió que el arte es el camino para enseñar a leer y escribir y que a través de todas las concepciones del arte se puede aprender. “Con el arte se pueden sacar mejores ciudadanos, más sensibles, más humanos, más conscientes, más críticos. A los estudiantes les encanta, uno no puede desligar el arte de la disciplina, el arte tiene que formar, disciplinar”, afirma.

Comenta que a veces a los maestros antiguos los tratan como encuadernados, que no permiten otras cosas, pero simplemente es parte de su formación y hoy han tenido que ser abiertos con los estudiantes. Para ella la escuela tiene que dejar huella.

Hoy no se educa

Amparo Falla de Hernández, toda una institución en su profesión, considera que la educación de ayer a hoy ha cambiado mucho. “Antes los padres apoyaban al maestro, ayudaban a educar, hoy día tristemente no se educa, hoy se orienta, como el mundo cambió porque las mujeres tuvieron que salir a trabajar entonces los niños quedaron a merced de mucha gente que no está preparada para eso, entonces el nivel académico cambió también y hoy el niño aprende de acuerdo a las circunstancias. Los niños no aprenden igual, los ritmos no son iguales y ahí es dónde está el arte de ser maestro, ayudarles a aprender y que se sienta feliz de haber aprendido”.

Afirma que “lo más hermoso de esta época es la tecnología, es grandiosa, así nos cueste a los viejos enfrentarla, aprenderla. A mí me ha ido bien, al comienzo fue difícil, los maestros no estábamos preparados para enfrentar la virtualidad, por ejemplo, así el gobierno haya dado algunas capacitaciones pero les faltó profundidad. Nunca pensamos que tuviéramos que trabajar de esta manera. Hoy el celular hace parte de mi vida, de mi trabajo, es mi herramienta para evaluar a los estudiantes”.

Ella como maestra dice que es muy activa, hace lo que le toque, canta, baila, actúa, se disfraza. Sin embargo, hoy piensa que como maestra hubiese querido ser más tranquila, más relajada. “Yo me esfuerzo mucho. En los primeros años hacíamos nosotros el material, las fotocopias, las guías, todo”.

Hoy Amparo labora en la institución educativa ‘María Cristina Arango de Pastrana’, “muy buena, con una metodología muy hermosa y de mucho compromiso. A los niños los traigo a mi casa, para nivelarlos sin cobrarles ni un solo peso”, comenta.

“Yo sé que muchas personas están esperando que nos vayamos, pero queridos maestros jóvenes, yo amo mi profesión y solo el día que sienta que no puedo, ese día la dejaré, considero que estoy aportando porque amo a mis estudiantes, me duele que no aprendan. He pensado trabajar dos años más porque me duele inmensamente tener que retirarme”, afirma.

Como maestra se define como humana, comprometida, además llena de humildad, y sobre todo justa, “para mi todos somos iguales, no puedo entender las desigualdades que existen en este país porque todo lo hemos luchado”.

Los hombres de su casa

Para ella su esposo, el novio de hace 47 años, ha sido su mano derecha, ha sido todo como persona y como profesional. Cuando se casaron Miguel Ángel Hernández Ortiz, era también estudiante, de Electrónica, vivían en la misma calle en La Plata y se enamoraron.

“No ha sido fácil, pues nos casamos muy jóvenes pero ya llevamos 47 años de casados, donde hemos hecho de todo para levantar la familia, tuvimos tres hijos, todos varones, y entre los dos hacíamos nivelaciones para estudiantes en la casa. Mis hijos me ven así como yo me defino, me dicen ‘La Patrona’, porque yo exijo, soy muy organizada, a mi todos mis alumnos de todo Neiva me llaman Amparito”.

Confiesa que quiere viajar al exterior, conoce muchos sitios de Colombia, pero nunca ha salido del país. Eso lo haré una vez me retire. Además, considera que hoy es mejor como abuela, tiene cinco nietos, pues como madre fue muy enérgica y exigente. “No puedo entender el amor sin disciplina, porque cuando hay amor se exige”.

Finalmente dice, que después de 45 años de magisterio “hoy aprendí a entender a mi papá y que él tenía razón”.

Junto a su esposo Miguel Ángel, con quien lleva casada 47 años de casada.

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