Diario del Huila, Crónica
Por: Hernán Guillermo Galindo
Con 78 años, Chepe Bonilla, hace un balance de la vida que ha entregado a tres grandes actividades. En el retiro, escudriña recuerdos y anécdotas que le alegran el rato.
José Ignacio Bonilla Olave es un hombre de baja estatura, contextura robusta, hablar pausado, con voz recia. Además, y principalmente, una gran persona, un generoso ser humano, apreciado padre de familia, muy trabajador, como lo atestiguan quienes lo conocen o han compartido con él en las diversas etapas de una larga vida.
‘Muñeca de burro’, como se le conoce de cariño, tiene 78 años. Aunque nació en Soledad, Atlántico, a los pocos meses se trasladó con la familia a Neiva, ciudad a la que tiene especial agradecimiento. “Uno no es de donde nace, sino de donde se hace, así que me considero neivano, con mucho orgullo y placer”, afirma, sonriendo.
Vida en Neiva
Con una niñez difícil y en la humildad, supo desde temprana edad lo que es vivir en medio de necesidades, a veces sin tener qué comer o un espacio dónde dormir, por lo que se acomodaba en “colchones de cartón”, comenta, con picardía.
El hogar lo conformaban los padres, ‘Jota’ y seis hermanos, tres hombres y tres mujeres. “Viven dos mujeres y dos varones. Los otros ya deben estar jugando fútbol con San Pedro”, afirma, evidencia de su buen humor.
Confiesa que de pequeño fue muy rebelde y aventurero, por lo que recibía castigos fuertes, para enderezarlo. Cansado, un día decidió irse de la casa, cuando apenas cursaba segundo de primaria en la escuela Rodrigo Borrero Álvarez. Con el tiempo, los padres lo llevaron de nuevo a la casa en el barrio Obrero.
A media marcha, en medio de dificultades económicas, continuó la vida y los estudios en la adolescencia.
Entonces decide irse a Bogotá en donde terminó bachillerato nocturno. “Quise estudiar medicina en la Universidad Nacional, pero no se pudo, por varias razones”, explica, con muestra de melancolía por una ilusión no cumplida.
De regreso a la capital del Huila logró vincularse laboralmente con la Caja Agraria en donde tuvo sus primeros contactos con el fútbol, lo hizo como técnico del equipo de la empresa.
Claro, era empírico, pero estudioso, trabajador y exigente. Los pupilos lo bautizaron ‘Toza’ por un técnico yugoeslavo famoso en Colombia en la época de los setenta por dirigir a Santa Fe y a la selección Nacional.
“Igual que el yugoeslavo en lugar de privilegiar el trabajo táctico, fortalecía la preparación física. Era paso necesario muy importante para armar un buen equipo, de resto, no sirve”, responde, con seguridad.
De pronto, Bonilla pasó a entrenar y manejar equipos de baloncesto, en un tiempo que hubo en la afición huilense furor y afición por este deporte, “era la época de la Aplanadora Opita”. Para ser técnico hay que ser hasta sicólogo, agrega.
“En ese entonces eran muy frecuentes los campeonatos interbarrios. Con el equipo femenino del Obrero le ganamos al vecino barrio Calixto Leyva. Hubo celebración general, con fiesta y todo los demás”, recuerda, emocionado, por la anécdota.
La radio
Su ingreso a la radio se dio de casualidad, cuando empezó a aparecer el Deportivo Huila, en el viejo Plazas Alcid.
“Favio Acosta, un narrador de la época, me buscó para que comentara los partidos que se transmitían por la emisora Radio Neiva. Compartía con Miguel Antonio Perdomo Lince, cronista deportivo por aquellas calendas”.
También recuerda a Pedro Supelano y a Samuel Sánchez Camargo, periodista con el que dejaron huella, pues fundaron la Asociación Colombiana de Redactores Deportivos del Huila, Acord, en 1974.
Alternó en transmisiones deportivas con Jorge Murcia y Jairo Palomino Rubio “en la emisora de turno más potente en el Surcolombiano, Radio Colosal, del gran hombre de la radio huilense don Rafael Navarro.
Pasado los años, destaca Bonilla, se tuvo un equipo profesional de transmisión. El narrador era Luis Herney Perdomo. De inmediato se le viene a la memoria otro apunte:
“En el baloncesto profesional acompañamos al equipo opita en unos compromisos a nivel nacional. Uno de los triunfos más difíciles fue en Cartagena. Se ganó al quinteto de Bolívar por un punto”
Y sigue: “Tenían que seguir a jugar a San Andrés. Con tanta gente por viajar a la isla nos quedamos en Cartagena. Con tan mala suerte, que después no encontramos cupo, no pudimos viajar ni trasmitir un juego decisivo en San Andrés”.
Del periodismo deportivo pasó al periodismo general en la emisora Radio Surcolombiana en donde durante varios años tuvo su propio espacio “El magazín de la verdad”, que aún tiene registrado a su nombre.
Así relata José Ignacio a grandes rasgos parte de su vida, siempre ligada al trabajo, al deporte y a la radio. En la actualidad, está pensionado y comparte sus días con su señora, Stella Charry, con quien están a la vuelta de celebrar las bodas de oro.
“Tuvimos cinco hijos, pero me quedan tres, porque dos se me fueron ya de este mundo. Uno al nacer y la otra, mi niña, que murió de cáncer en Estados Unidos”, concluye con nostalgia, mientras se acomoda para escuchar radio, pasión que nunca abandona.