Diario del Huila, Crónica
Por: Hernán Guillermo Galindo M
La psicóloga Kai Dilett López Walteros combina el trabajo en la Universidad Surcolombiana con la labor social en la Fundación Las Manos de un Ángel, que creó hace ocho años.
Kai Dilett López nació en Yopal, Casanare, hace 48 años, pero la mayor parte de la vida la ha pasado en Neiva. Tal vez por eso cumple una hermosa labor social y solidaria como tratando de regresar en algo todo lo que la ciudad y su gente le han entregado.
Y es que su padre, Eduardo López, pensionado y huilense, y su madre, Beatriz Walteros, de origen santandereano, le inculcaron desde niña el servicio y atención a las demás personas, y les ha cumplido sobremanera, como nos cuenta la misma psicóloga.
Actualmente, comparte con su esposo, Wildier Herrera, comerciante, y sus hijas, María Fernanda y María Isabel. Orgullosamente es abuela de Martín y de Liliana, que son la adoración de la casa, comenta, con visible alegría.
Kai cursó la primaria en el Gimnasio Moderno, fue la primera promoción del Gimnasio en primaria y bachillerato del Latinoamericano.
Es psicóloga de la Universidad Antonio Nariño, con especialidad en Talento Humano. También es docente universitaria.
Bienestar universitario
Se graduó hace 24 años y hace 23 está vinculada a la Usco en el área de bienestar universitario. “Tengo un don de servicio por lo que me encanta trabajar con la comunidad, en especial los niños, los habitantes de calle y las reclusas de las cárceles”, señala, sonriendo y satisfecha.
Desde niña, en los primeros años de estudio, siempre tuvo facilidad para interactuar con la gente, le gustaba conocer personas, compartir y le encanta leer “porque es la manera de abrir la mente a un mundo de ideas y de sueños”.
Por eso, desde jovencita el papá la llamaba con cariño “regalito de navidad, porque siempre estaba pensando en obsequios y presentes para los niños más necesitados y en la oportunidad de hacerles alguna actividad en la época de fin de año”.
Esa generosidad es la que ha inculcado a sus hijas, “pues uno debe tener vocación de servicio. Se viene a este mundo a servir con amor, no porque toca o porque nos dan algo a cambio”. Para ella, es más importante dar que recibir.
Esa actitud de generosidad y de estar en contacto con las personas vulnerables fue la que la inclinó a estudiar psicología, “carrera en la que puedo desarrollar todo ese conocimiento y ponerlo al servicio de los demás, especialmente de quienes atraviesan momentos de crisis”.
Como en el trabajo de la Universidad, donde ha tenido la opción de ayudar a muchos jóvenes que en algún momento pasan por crisis personales o de familia, que los obliga en casos a dejar los estudios.
“Ahí es cuando es importante ese contacto que significa poder aportar a la vida de un ser humano. En ese trabajo veo mi profesión como una oportunidad de servir y eso me hace muy feliz”, afirma, orgullosa.
Con razón dice que se ha convertido en madrina y hasta madre de muchos jóvenes en dificultades que en algún momento estuvieron por abandonar los estudios.
“Me alegra que muchos, superados los obstáculos, me han manifestado agradecimiento y que quieren ser padrinos de otro joven en dificultades, lo que crea un vínculo muy fuerte y se convierten en parte de la familia”, explica la mujer.
La fundación
Hace ocho años, a raíz de una difícil situación judicial de su prima Angélica Ramírez, periodista, y como manera de superar la crisis que generó en la familia, decidió crear la Fundación Las Manos de un Ángel, que se encarga de atender a niños, jóvenes y adultos en situación de calle.
“No es la comida, porque nosotros estamos acostumbrados a comer cualquier cosa y donde toque, sino que nos sentimos importantes cada vez que viene alguien a visitarnos ya que hemos sido abandonados por nuestras familias o nosotros a ellas”, comenta que le dicen a quienes llama “adoptados hermanitos de la calle”.
Los visitan y atienden en distintas materias sin ningún tipo de prejuicios. Lo importante es compartir un rato agradable, celebrar las fechas especiales como navidad, un espacio que anhelan y esperan.
“Ya saben que todos los sábados, a las seis de la tarde, en ‘Puerto Guadua’, sobre la avenida Circunvalar, les cumplimos con la cita semanal”, destaca.
La Fundación es ante todo un grupo de amigos que se apoya e integra para ayudar, sin ánimo de lucro. Los recursos hay que buscarlos entre ellos, son quienes ponen para lo que se necesite.
Confiesa que no faltan críticas porque publican fotos o videos de las actividades, aunque de inmediato aclara que no es por protagonismo, sino para hacerse visibles, contactar y motivar a nuevas personas caritativas a unirse y aporten.
“Muchos que se han sumado han visto en las redes sociales lo que hacemos. Se interesan y se unen a la causa. Eso nos hace crecer a todos”, explica.
“Cuando uno entra en contacto con un habitante de calle, lo escucha y pierde el miedo y prevención inicial a una persona supuestamente peligrosa. Son seres con muchas necesidades, especialmente de afecto, que irradian fortaleza, ganas de vivir y salir adelante”, sostiene.
“La invitación es que debemos brindarles una mano amiga, dejar una huella con generosidad, con afecto, con amabilidad, para retribuir todo lo que Dios ha dado a nuestras vidas”, concluye.
Destacado
Kai Dilett López es psicóloga de profesión que pone al servicio de los más necesitados en especial los niños y habitantes de calle a través de la fundación Las manos de un ángel.