Diario del Huila

De la guerra a la vida sin frustraciones ni resentimientos

Abr 1, 2022

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Diario del Huila, Crónica

Por Hernán Guillermo Galindo M

Diego Fernando Mazorra Hoyos es un militar retirado de 40 años de edad que nació en el municipio de San Agustín, a los 21 años estando como soldado en la unidad antiexplosivos fue víctima de una mina antipersonal. Tras el proceso de recuperación hoy hace una vida normal.

Diego Fernando Mazorra es hijo de Diego Mazorra, campesino cultivador de la tierra en una parcela que todavía conserva y Mariela Hoyos, que debió desplazarse al ser acusada de ser auxiliar.

Es el mayor de tres hermanos, se crio en la inspección de El Rosario, donde hizo la primaria y luego se trasladó a la zona urbana de San Agustín, estudio parte del bachillerato en el Colegio Nacional Laureano Gómez, para terminar finalmente en el instituto Ideha.

El día del accidente

Su sueño era hacer carrera en el Ejército Nacional, por eso ingresa a prestar servicio y después se queda como soldado profesional, y luego se hace guía canino antiexplosivos. Infortunadamente resultó víctima de una mina al intentar rescatar a un compañero que había quedado en un campo minado en medio de un combate con la guerrilla.

“Eso fue el 25 de agosto de 2003, se habían presentado unos derrumbes en la zona de los túneles de la vía Suaza- Florencia, nos enviaron a prestarle seguridad a la maquinaria para atender la emergencia. Cuando se empezó a dar vía, nos tocó desplazarnos y es cuando nos preparan una emboscada”, relata Diego.

“En compañía de dos soldados, uno de ellos el escolta mío, subimos para mirar el lugar en donde nos íbamos a ubicar, envié el perro a revisar a una especie de ranchito que los campesinos del lugar utilizaban para hacer de comer cuando iban a trabajar, el perro comenzó a mostrarse bravo, es al primero que le disparan y lo matan”, continúa.

“Enseguida comienza el combate que se prolongó por varias horas, ahí gracias a Dios no me impactaron. A las 10:30 de la mañana unos soldados se adelantaron y entraron en un campo minado. Cuando llego al lugar la mayoría de soldados estaban bien, no les había pasado nada, solo estaban aturdidos por la honda explosiva, pero había uno que no reaccionaba. Lo que hice fue sacarlo y en ese momento es cuando pisé la mina”, recuerda.

“Al instante de la explosión, quedé de pie, por lo que creí que no me había pasado nada, miré y me vi el pie en la parte delantera normal, el daño estaba en el talón. Ahí si caí porque no podía caminar, descargué al soldado y tocó esperar que llegara apoyo para que nos sacaran a los dos”, cuenta el exsoldado.

Recuerda que ese día perdieron la vida un subteniente de apellido Parra Rojas que era de Pitalito, y un soldado profesional de apellido Cerquera. “Cayeron en una casa bomba que habían colocado en la vía a donde salieron a hacer retén”, comenta.

Así mismo recuerda con tristeza a Toby, el perro labrador que había entrenado en Cali en donde hizo el curso de guía canino antiexplosivos durante seis meses y que llevaba acompañándolo 18 meses. Desde ese entonces no le gusta tener mascotas. “Uno se encariña y es muy duro perderlos, nos pasó lo mismo tiempo después con una perrita que tuvimos en la casa y que nos la atropelló un carro”, dice.

La recuperación

Diego Fernando Mazorra, tras ese episodio tan lamentable fue trasladado al Hospital militar en Bogotá en donde durante un año intentaron salvarle el pie, pero por contener la mina materia fecal, una bacteria que adquirió no lo permitió y en junta medica decidieron amputarle el pie izquierdo de la rodilla hacia abajo.

“En ese proceso de recuperación en el que me hacen terapias y me adaptan una prótesis, la actual vicepresidenta, Marta Lucia Ramírez, que era ministra de defensa, promueve la fundación Tejido Humano, que, hacía el proceso de recuperación. Había mucho soldado ya en psiquiatría. En ese proceso nos proponen ascender al nevado del Tolima como prueba de que uno sí puede alcanzar nuevas metas, lo logramos y fue como un renacer”, relata Diego.

Una vez adelantado el proceso de recuperación, lo pensionaron y decidió retornar a su tierra en el Huila. En principio trabajó seis años como conductor de una camioneta de servicio público, pero se subió de peso y eso lo obligó a retirarse.

Actualmente, se financia con la pensión y siembra frijol en la parcela de su padre como algo adicional, mientras que su esposa Mary Luz Anacona Gómez que es licenciada en Ciencias Naturales, le ayuda con un puesto de venta de hierbas medicinales y verduras en la galería. Carlos Andrés Mazorra, su hijo mayor, es cabo tercero del Ejército, y tiene dos más, una niña, maría Fernanda Mazorra y Diego Alejandro que estudian.

Diego está en la búsqueda de poder educar a los hijos a los que les falta terminar, quieren ir a la universidad. Finalmente, pide al Gobierno que no olviden a quienes alguna vez lo dieron por todo por defender la seguridad del país. “Que no nos dejen en el olvido, que no nos hagan a un lado, como sucede en el caso del servicio de salud, pues mi hijo menor tiene que una medicina especial y salud militar hace dos meses no responde. Y no solo a mí, sino a todos los que quedamos en esta condición nos atienden a medias”, manifiesta Diego Fernando.

“No reniego de lo que me pasó, gracias a Dios estoy con vida, disfruto de mi familia y soy consciente que lo que me sucedió fue un accidente en el trabajo que yo escogí, era un riesgo que había”, concluye. 

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