DIARIO DEL HUILA, CRÓNICA
Por: Hernán Guillermo Galindo M
La Historia de Daniel Gómez Ramírez es la protagonizada por un hombre de origen campesino como tantos en Colombia que debido a los hechos de violencia de los últimos tiempos se debió desplazar a la ciudad para preservar su vida y la de su familia. Desde 2001 se estableció en Neiva y vende guarapo y empanadas en el barrio las Américas de la comuna ocho de la capital del Huila.
Daniel Gómez Ramírez es un hombre alto, de tez blanca y de contextura gruesa, tiene facilidad de palabra, su acento parece el de un paisa.
Aunque nació hace 68 años en Dolores, departamento del Tolima, desde niño, se vino a vivir a Colombia en el Huila. Su familia huía de la violencia de mitad del siglo pasado. Luego, casi cincuenta años después, él debió desplazarse a la capital para preservar su vida y la de su familia.
“Yo nací en Dolores y tenía finca en Colombia y me tocó venirme empujado por no permitir que los grupos armados se me llevaran a dos de mis hijos, si uno no le aplaudía o le obedecía al grupo armado, lo ponían a abonar la tierra”, comenta Daniel.
“Lo cierto es que ellos se fueron a buscar mundo y luego uno se metió a los panches después de prestar servicio, eso fue el motivo total para que me la montara el comandante de la zona, hasta que tocó venirme, un extrabajador me advirtió que me tenían en capilla, me tocó vender todo a plazos y por cualquier cosa, vine a parar a Neiva”, relata.
“El 2 de diciembre del 2000, me tocó venirme, un viernes después de que el muchacho que le comento que había sido trabajador mío se fue para la guerrilla y al pasar por la casa me dejo razón que estaba corriendo peligro y lo mejor era que me fuera”, dice el campesino.
Ya me habían advertido porque una vez le aconsejé a cinco muchachos que no se fueran a enrolar y un paisa que iba con ellos le contó al comandante, “Daniel, se la perdono porque a usted lo quieren en la vereda y es muy servicial, pero lo que hizo es como para ponerlo a abonar la tierra”, me dijo el propio comandante de la época”, narra Daniel.
“Dios le marca a uno el camino”
Pese a su condición de desplazado, Daniel no tiene resentimiento, por el contrario, es un agradecido de Dios y de la vida, “llegué a tener hasta ochenta reses y una finca que en el 2000 valía $40 millones de pesos, pero por tener que salir corriendo me tocó fiarla en $20 millones”, cuenta.
“Mi Dios le muestra a uno el camino, en el 96, vendí una parte del ganado y me compré esta ranchita en la que vivo ahora, en ese entonces no pensaba para nada venirme a vivir a Neiva, pero eso es lo que me favoreció” comenta.
“Me puse a trabajar, por un lado, la mujer con una tienda que es proveedora y yo me compré un trapiche, me puse a moler caña, vendo guarapo con empanadas y pasteles, así me la rebusco”, agrega.
“Gracias a Dios siendo del campo ya sacamos los hijos adelante, las mujeres una trabaja en Sanitas, la otra es cajera en Utrahuilca y los hijos uno trabaja con Las Brisas y le va muy bien al punto que le remodelaron la casa y les regalaron muebles y demás, lo tratan muy bien y el otro hijo trabaja en Alcanos, todos son buenos trabajadores, criados con valores y eso los hace responsables”, sostiene.
Daniel Gómez Ramírez tiene una clientela que va en busca del guarapo, de las empanadas o los pasteles, pero también de una conversación al calor de un tinto con este hombre que ha sido presidente de la JAC en las Américas y siempre se muestra abierto y servicial a la comunidad. “Aquí me entretengo desde las horas de la mañana y lo que pienso es que a la edad que tengo, poder seguir trabajado, no tener que de pronto pedir para tomarse uno un tinto o para cualquier cosa que necesite, lo que me preocupa es qué será conforme a como están las cosas qué les depara el futuro a los nietos, tengo ocho. Uno al fin y al cabo ya está es viviendo tiempo extra”, concluye el vendedor.