Diario del Huila

Artesano por necesidad, vocación y tradición

Jul 2, 2022

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DIARIO DEL HUILA, CRÓNICA
Por: Hernán Guillermo Galindo M
Fotos: José Rodrigo Montalvo

Toda una vida en la elaboración del sombrero de pindo, lleva el maestro Ernesto Gutiérrez Jara, uno de los artesanos que este año se hace presente en la Feria encuentro de Maestros artesanos en el marco de las fiestas de San Juan y San Pedro. Sobre sus inicios y el reconocimiento a toda una vida en la elaboración del sombrero de pindo de Palermo, le contó a Diario del Huila.

Ernesto Gutiérrez Jara, es hijo de Ernesto Gutiérrez Navarro y Argelia Jara, que eran artesanos dedicados al oficio del sombrero de pindo, en el caso de su progenitora, y a elaborar zapatos y alpargatas, su padre.

“Hacia el año 1970, por las dificultades económicas por las que atravesaba la familia, debido a que el negocio de los zapatos se puso difícil, mi madre compró cortes de trenzas de la palma de pindo e hizo una gran cantidad de sombreros, que vendió en Baraya y Tello”, así fue según cuenta el artesano Ernesto Gutiérrez, que nació para él esta aventura por la vida.

Para esos tiempos tuvo que aprender la práctica de manejar la máquina de coser y pronto adquirió la destreza necesaria para armar sombreros, mientras su mamá los vendía”.

“Ser artesano para mí significa; además de una forma de subsistir, la oportunidad de conservar una tradición cultural, que nos identifica y de la que me siento orgulloso”, manifiesta.

A sus 66 años, este hombre tranquilo, se puede decir que es digno representante de la idiosincrasia opita. Lleva, 52 años en esta labor artesanal, que comenzó gracias a la abuela y a la madre, que fueron las que lo impulsaron para que aprendiera a elaborar los sombreros.

Comenzaron en Campoalegre, luego se fueron a vivir a Palermo y es allí en donde encuentra cientos de tejedoras que le facilitaban las trenzas de la materia prima para elaborar; bolsos, sombreros, abanicos, y otra buena cantidad de artesanías a base de este producto.

Comenzó a elaborar artesanías la edad de 15 años; “La fecha en la que comencé a elaborar los sombreros con mi mamá fue el 15 de julio de 1970, recuerdo muy bien que ella se vino con mi padre para el municipio de Palermo, allá consiguió las trenzas y al retornar en la tarde se sentó en la máquina y comenzó a trabajar en lo de los sombreros”, recuerda.

“Yo vi cómo mamá llegaba con los rollos de trenzas y se ponía a trabajar, eso a mí me llamó la atención, me ilusioné y vi que era más fácil que la zapatería, ya que el otro oficio que estaba aprendiendo era ese, porque papá tenía una zapatería en el centro de Neiva”, cuenta Ernesto.

Ya con el paso del tiempo se van a vivir al barrio Cándido Leguizamo y es donde se establecen como fabrica artesanal de sombreros de pindo con la materia prima que doña Argelia traía de Palermo todos los lunes. Ese producto, cada ocho días ella se iba a venderlo a los pueblos, en especial en los mercados de Tello y Baraya.

Dificultad para conseguir la materia prima

Al principio conseguir la materia prima era relativamente fácil, ya que los campesinos de la ribera del Baché, en donde se da la palma, hacen los atados de fibra y lo llevan a vender al pueblo en Palermo. Allí las tejedoras, lo compran y lo transforman en las trenzas que posteriormente son la materia prima para la elaboración del sombrero.

“En esos tiempos era muy fácil conseguir la materia prima, sobraba la materia prima y ahora estamos pataleando, porque no se consigue, primero nadie se preocupó por sembrar caña brava y los otros perdieron el interés por la extracción en la zona boscosa”, sostiene.

“Ya todos saben la dificultad; el gobierno de Palermo, la Secretaría de Cultura y Artesanías de Colombia, conocen el problema. Esperamos que emprendan políticas para incentivar el cultivo de la caña brava”, adiciona el experto artesano.

Sobre su legado, aunque no tiene hijos, Ernesto hace alusión a unas aprendices que están trabajando en su taller y lo hacen muy bien para continuar con esta tradición. Además, espera que en el caso de Palermo lo inviten a dictar talleres a los jóvenes en los colegios. “Hasta la fecha no se han dignado invitarme a realizar esa labor que haría con mucho gusto”, sostiene.

La diferencia entre el sombrero Suaza que se extrae de la palma de Iraca y el de pindo, se debe a que la materia prima del primero emplea toda la planta, la arrancan de raíz, mientras que el pindo o caña brava, doblan las hojas y la palmera sigue creciendo. Eso también incide en el precio del producto, según explica el artesano.

Finalmente, Ernesto argumenta que el sombrero de pindo es el sombrero del campesino o del jornalero, mientras que el Suaza es el de las actividades sociales.

Ernesto Gutiérrez Jara seguirá en su labor como artesano del sombrero, con el orgullo de ser reconocido como uno de los mejores cultores de esta actividad artesanal, orgullo del Huila.

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