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Ayari Campo Burbano, en busca de sus raíces Yanakunas

Oct 1, 2021

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Diario del Huila, Crónica

Por: Hernán Guillermo Galindo

La occidentalización de los pueblos indígenas ha llevado a muchos de los miembros de diferentes comunidades a retornar a sus territorios para recuperar la identidad y no perder los orígenes. Es el caso de esta mujer, quien contó su experiencia a Diario del Huila.

Ayari Campo Burbano, de la comunidad yanakuna de San Agustín, tiene 30 años.  Nació en este municipio del sur del Huila, pero por fuera del resguardo, eso explica que haya crecido entre su pueblo y Bogotá y hoy ande en busca de sus ancestros.

Tener que buscar sus orígenes lo genera el hecho que sus padres se fueron muy jóvenes a trabajar y a estudiar en la capital del país, explica.

“Pero cada vacación siempre me llevó a la comunidad. Y con ese compartir con mis abuelos y mis abuelas aprendí los valores y como es vivir en el campo, saber de la huerta y la chacra. Así he aprendido lo que es la vivencia en comunidad indígena”, señaló.

En las características culturales de los yanaconas está que profesan la religión católica, aunque hay un círculo de jóvenes, niños y algunos mayores que son politeístas, sus creencias se basan en el sol, la luna, el agua y los espíritus de la Pachamama “diosa de la tierra”.

Ida y vuelta

Ayari, licenciada en biología, cuenta del retorno a la tierra una vez sus mayores se hicieron profesionales.

Su papá, Fredy Chicangana, es antropólogo y ejerce un gran liderazgo en la comunidad. La mamá, María Burbano, es socióloga y también aporta sus conocimientos a la comunidad.

La primaria la realizó ella en el Gimnasio Antonio Nariño de la capital colombiana mientras que la secundaria la terminó en el colegio Camilo Torres, establecimiento público, también en Bogotá.

Sobre ese ir y venir entre las dos ciudades que ama y en vacaciones retornar a la chacra, vivió experiencias que la marcaron y la llevaron a reflexionar sobre retornar a sus raíces, expresa, entre alegría y pensativa.

“En ese cambio hay choques entre las culturas. Para mí, ahora son bonitas porque las puedo compartir con la comunidad, con la gente y conocer la realidad de cada una de esas comunidades, que es distinta, y salir a otros espacios, como la ciudad, para visibilizar lo que hay dentro de los territorios”, manifiesta y sigue la reflexión.

“Todo esto me lleva a hacer una labor de dar a conocer nuestra cultura y que otras culturas conozcan de nosotros, cómo vivimos, cómo pensamos y respeten nuestra cultura y nuestros espacios”, sostiene.

Hay mucha gente, una gran mayoría que nunca ha conocido la comunidad Yanakuna y menos se han acercado a ella para saber de sus vivencias, agrega.

“Esto lo hago a través de trabajo comunitario, siempre mediando con las cosas que son personales, pero también son comunitarias. La persona que nace en comunidad de algún modo pasa a ser colectiva y no piensa como individuo sino como parte de esa comunidad”, afirma.

Recuerda que cuando estudiaba en Bogotá sufrió discriminación por su raza, pero nunca se sintió menos que lo demás:

“Nunca me ha afectado, he aprendido a valorar y llevar con orgullo mi cultura y aprender más de ella porque me había alejado. Pero me he ido acercando más a los procesos y me doy cuenta de que hay mucha riqueza”.

También se vive discriminación con un traro diferente cuando se ha salido y se retorna a la comunidad, confiesa.

“Cuando regresé el trato era diferente, la forma de vida, las prácticas son distintas. Y entonces la comunidad piensa uno ya es diferente o piensa diferente o habla diferente y es complejo. Pero cuando hay interés de las partes y se puede aportar y compartir las experiencias es cuando realmente se valora lo vivido”.

Una misión especial

Ayari Campo Burbano se ha propuesto una misión fundamental para su comunidad y para ella, como reto. Forma parte de un grupo que se ha propuesto el rescate de su idioma.

“Nosotros, como yanakuna, perdimos nuestro idioma y por eso estamos haciendo un proceso de investigación hace 30 años para el rescate”, explica.

Destaca que han podido identificar que el runasimi, que viene de la memoria inca, los quechuas de Perú y Bolivia y toda la parte la andina del continente, se articula con el idioma de los yanaconas.

“Estoy estudiando y especializando de manera autodidacta desde hace 10 años. Ha sido un proceso muy bonito de retornar a la memoria, pero no saber cuál es su idioma cambia la percepción y entonces hay que descolonizarse del pensamiento para poder adoptar esas nuevas palabras, los nuevos sonidos, las imágenes que se van generando por el idioma propio”

Ha sido docente en biología acompañando a las comunidades en ciencias naturales y en idioma propio. El año pasado fue docente en Pachacuti de Pitalito, institución de carácter indígena.

Con base en lo estudiado y las experiencias vividas, dentro y fuera de la comunidad, espera seguir aportando a engrandecer las comunidades indígenas, “que los niños sigan recuperando su idioma y valorando su cultura indígena”.

Ayari Campo sabe de discriminación tanto en su cultura como fuera de ella, eso no la afecta.

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