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Betty Zúñiga, la dulce mujer de la panela

Dic 3, 2021

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Betty la fea, la bonita o la dulce le dicen quienes la conocen en el sector panelero, como sea, ella tiene el don de transformar el producto y endulzar todos los paladares.

Diario del Huila, Crónica

Por: Hernán Guillermo Galindo M

Betty Zúñiga Chávarro nació en Isnos, municipio agrario del sur del Huila, conocido nacionalmente por la producción de panela, procedente de manipular la caña de azúcar.

Claro, como es natural, su origen es en una familia campesina que se dedicaba a cultivo del producto y a la posterior elaboración de la panela, que endulza paladares del país y en países como Canadá, Alemania y Estados Unidos.

Por eso, para ella no es ajeno conocer en detalle cómo se procesa y produce la panela.

“Mi mamá, Alba Lucía Chávarro, era una líder natural y hasta revolucionaria en su época. Además, era solidaria y trabajaba todo lo comunitario, era buena socia de los demás. Creo que en algo le heredé eso, es parte de mi manera de ser. Y mi papá, Tobías Zúñiga, era campesino, también productor y comercializador de panela. Eran muy trabajadores y luchaban para sacarnos adelante a seis hermanos, dice.

Así pasa a contar de la etapa de niñez, pero no hay muchos recuerdos gratos de juegos “o de estar por ahí jugando o perdiendo el tiempo”. Lo suyo y familiar era el trabajo diario, el estudio y el ocio ocupaban lugar marginal.

“En esa época de necesidad y producir qué infancia ni qué nada. Me tocaba era levantarme a las cuatro de la mañana para alistarme, dejar listo el desayuno y salir a estudiar. Regresaba a completar el almuerzo y encontraba que ya tenían el maíz listo para hacer envueltos. En esas carreras, a veces no quedaba tiempo ni de hacer tareas o estudiar”, medio se lamenta.

Sus hijas son todo, es mujer cabeza de familia.

Adicional, para ir a clases le tocaba caminar largos trechos. Desde la vereda al pueblo. La rutina era la misma siempre, lo único que cambiaba es que a veces estudiaba en la mañana y otra en la tarde.

“Eso era dele que dele y, de paso, bien pequeñita que soy, era duro, muy duro, así fue mi infancia y parte de la adolescencia”, destaca.

Por eso, no extraña que cursara hasta quinto de primaria, porque para el bachillerato no hubo modo. La familia era de escasos recursos, la prioridad era trabajar y aportar a la causa, por eso muy pronto, desde temprana edad, hubo que jornalear.

La necesidad también le costó ilusiones. Le hubiera gustado estudiar psicología y hasta artesanía de manera profesional, así como vivir la vida bien llevada, tener hijos y poderlos formar e instruir de otra manera.

Y es que a Betty le ha tocado duro en la vida, esforzarse, tanto que a veces se le hace difícil tener pareja porque los recursos en el campo escasean más y es difícil conseguirlos, lo que la obligado a hacer de madre y padre de sus cuatro hijos.

Dulce talento

La necesidad la llevó a dedicarse al proceso de la elaboración y transformación de la panela, que ya había aprendido en parte con sus padres y hermanos.

Betty pasó por todas las etapas desde la recolección de la caña, que se hacía en las horas de la madrugada. Después la molienda, muy artesanal, con trapiche tirado por caballo. Paso a la cocción en pailas artesanales “y estar rebullendo largo tiempo y con paciencia hasta dar el punto”.

“A veces tomaba varios días por lo lento de la cocinada que era con leña y no como ahora con hornos y tecnología, pero igual el proceso siempre requiere tiempo y trabajo”, explica.

Aprendió a procesar el guarapo de caña, a sacar el blanqueado, la melcocha hasta ir transformando la panela en productos que ofrece en las ferias a las que asiste como orgullosa productora y transformadora de la caña, cuenta Betty la fea, la bonita o la dulce, como le dicen de cariño quienes la conocen y saben de su arte y oficio.

“Cada producto tiene un punto y de eso se trata poder conocer el momento en el que se saca y cuando hay que batir el que requiera batido o el proceso que se requiera. Ahí es cuando se debe estar atento, no se puede uno quedar dormido o descuidar porque se pierde todo el trabajo”, manifiesta, con seguridad.

Es madre cabeza de familia y junto a sus hijas, que están aprendiendo la faena, van de feria en feria ofreciendo los productos que elaboran y transforma con sus manos.

“Me he quemado muchas veces, pero como mujer cabeza de familia toca luchar y trabajar para salir adelante y sacar igualmente a los hijos adelante”, sostiene, orgullosa.

Participará en la feria que se cumple en Neiva en la Plaza Cívica hasta donde llegó batallando hasta con las uñas pues hubo que conseguir los recursos para el viaje, el hospedaje y hasta si se va a tomar un agua toca pagarla.

“Qué bueno sería que nos apoyaran con recursos para las participaciones, pero así nos tocó y hay que vivirla y sufrirla”, agrega, resignada, la mujer, creyente en Dios que se encomienda a la Virgen “para que nos den la manito, ese es el camino, y como las palomas que vuelan vivamos en paz y armonía que tanto necesitamos”.

Ofrece productos que aprendió a transformar.

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