DIARIO DEL HUILA, CRÓNICA
Por: Hernán Galindo
La nicaragüense Celmira Zamora se dedica a elaborar amigurumis, arte japonés que aprendió en su tierra natal teniendo como base el tejer en croché. Amigurumi, la palabra es un acrónimo de dos términos japoneses: ami, significa tejido; y nuigurumi, muñeco de peluche. Ésta es una tendencia o moda japonesa que consiste en tejer pequeños muñecos mediante técnicas de croché o ganchillo.
“Desde muy niña aprendí a tejer en croché. Hacía manteles, carpetas, blusas, cojines y vestidos de baño tejidos. Esta manualidad se la aprendí a mi madre que como yo tiene la vena artística”. Cuenta frente al punto de venta sobre la carrera Quinta en el que expone su trabajo en el marco del evento organizado por la Alcaldía de Neiva para las mujeres emprendedoras.
Se vino para Colombia por que se enamoró de un huilense al que conoció en Panamá y hace tres años vive en Neiva. Se propone realizar una aplicación con muñecos que interpreten la coreografía del Sanjuanero Huilense.
“Me llama la atención lo de la aplicación esto a raíz de estar viendo videos y observar cómo en Turquía alguien, inquieto como ella, desarrolló una historieta con un zorrito que contaba sus aventuras en movimiento”.
Con una App de video animado similar quiere realizar la coreografía del Sanjuanero con la pareja y su traje típico. Espera encontrar el socio ideal para llevarlo a cabo y hacerlo realidad.
Nació en Nicaragua, país de América Central ubicado entre el océano Pacífico y el mar Caribe, conocido por su espectacular territorio con lagos, volcanes y playas. El extenso lago Managua y el icónico estratovolcán Momotombol, que se destaca por su arquitectura colonial española y un archipiélago de islotes navegables con abundantes especies de aves tropicales.
De su tierra añora la comida, su familia y en especial a sus hijos de 13 y 10 años que viven con sus padres en Nicaragua a donde viaja cada cuatro meses. “Viajo cada cuatro meses, pero por lo de la pandemia ya hace un año que no voy. Espero ir en agosto”, dice.
Su ciudad natal Estelí está ubicada en el noroeste a 150 kilómetros de Managua, la capital. Allí vivió junto a sus padres y hermanos una infancia normal. “Fui muy feliz, me dedicaba a jugar. Fui buena para el deporte, practiqué fútbol, voleibol y beisbol. Recuerda que siempre fue buena estudiante. Estudió desarrollo social en la Universidad Nacional de Nicaragua en donde terminó con una beca”.
Los juegos los combinaba con manualidades, las cosas para muñecas siempre le llamaron la atención, las manualidades. Su padre es cantautor y profesor de música. La mamá tiene la misma carrera que ella y se enfoca en la elaboración, evaluación y desarrollo de proyectos.
Su hijo mayor heredó la vena musical del abuelo y lo acompaña en su grupo. “Compone y canta como mi padre”, dice con orgullo al recordar a sus seres queridos a los que ve desde el inicio de la pandemia a través de videollamadas.
Sobre su vida actual relata que un día normal se levanta, realiza las labores de la casa y se pone a tejer a crear cosas. Se considera de temperamento tranquilo, relajada, así lo refleja en su forma de hablar, pausada, serena.
La acogida en Neiva
Celmira habla con fluidez, frente al puesto en el que expone los muñecos y tejidos que ha elaborado con sus manos durante horas. El stand es muy colorido se pueden observar muñecos en forma de conejos, osos, perros y diversidad de muñecos como niños.
Los muestra con orgullo, mientras nos cuenta sobre su labor. Por un instante nos parece que van a cobrar vida. Nos parece que saldrán de sus cajas y hablarán. Están muy bien elaborados, llaman la atención de quienes recorren la exposición.
Afirma que definitivamente no conoce gente más amable, más hospitalaria y acogedora que la opita. Ha estado en Panamá, Brasil, Costa Rica, Honduras y en su propia tierra y no la han hecho sentir de una manera tan especial como en Neiva, al punto que se olvida que no es de acá. “Hola veci me dicen y me hacen sentir muy bien, especial”.
Antes de despedirnos podemos observar una sonrisa a través del tapabocas que cubre su rostro. Toma el pequeño sombrero del parejo del Sanjuanero y dice con seguridad: “Todos tenemos un sueño, una meta, pero sentados y solo pensado no lo podemos hacer realidad. Hay que tener iniciativa. si uno se lo propone, uno lo consigue eso si poniéndole el corazón al momento de hacer las cosas”