Diario del Huila, Crónica
Por Hernán Guillermo Galindo M
Marta Lucía Gómez nació en la Virginia, Risaralda hace 66 años y comenzó a trabajar a los 42 dice, por una necesidad que hubo en la familia. “Antes era una ama de casa mantenida por mi marido y por mis padres cuando estaba pequeña”, dice y ríe. Esto le contó a Diario del Huila sobre su experiencia de vida.
Marta Lucía Gómez, sobre los recuerdos de los tiempos en La Virginia, Risaralda, su lugar de nacimiento, sostiene que fueron los mejores. “Cómo me voy a quejar, sino tenía que preocuparme por trabajar y me daban todo lo necesario, primero mis padres y luego mi esposo que era carnicero y yo le colaboraba”, cuenta.
Viene a dar a Neiva por el llamado de un hermano que le pide el favor de colaborarle en la administración de una venta de jugos que tiene en un costado del parque Santander, en pleno centro de la capital del Huila. “Mi hermano Diego Fernando, me pidió el favor de venir a ayudarle en el negocio, primero ensayé un año, me devolví para mi tierra y luego me propuso que me viniera a administrar y que le fuera pagando el negocio para convertirme en propietaria”, comenta la mujer.
Marta acogió la idea, y durante diez años estuvo como empleada del hermano, pero desde hace cuatro están en el proceso de irle pagando. “En eso estoy, ha sido difícil, sobre todo por la pandemia que nos obligó a cerrar cuatro meses, desde el año pasado buscamos estabilizarnos y poder cumplir con este compromiso, lo más difícil es lo del arriendo, el costo del alquiler de estos locales es muy alto, pero no se entrega”, sostiene.
Trabaja con uno de sus hijos, Juan Carlos Saldarriaga, que le ayuda a atender durante la jornada que es de siete a siete, de lunes a sábado. Venden jugos de frutas naturales, “ese es mi plus, las frutas son de la mejor calidad y aquí los jugos son 100% fruta natural, pero nada de extractos o algo por el estilo”, indica.
A Marta, el trabajo se le ha convertido en toda una forma de vida, ya se aburre en la casa, no se ve haciendo nada. “Mi esposo me mantuvo 40 años. Después que le dan a uno alas para trabajar, ya se acostumbra uno al trabajo y le coge cariño al trabajo y a la plata que es lo importante”, añade.
Esta vendedora de jugos, se siente agradecida y orgullosa de su clientela que se ha hecho fiel gracias a la calidad de los jugos que vende, los acompañan con pandeyuca que es el emprendimiento de Evelin, su hija que al igual que Juan Carlos participa en el negocio. Además, generan un empleo directo, adicional los proveedores que son de la región, “unos le traen la guanábana, que se la compra a doña Olga en Rivera, para uno de los jugos más apetecidos, otros del Súper, y de Surabastos”, cuenta.
Los tiempos difíciles
La pandemia les ha dejado una serie de secuelas de las que están intentando salir. “Desde entonces con el cierre por varios meses y las restricciones, las ventas se vinieron a menos, por lo que me quedaron una serie de deudas de las que estoy intentando recuperarme”, dice Marta.
Marta Gómez, nos hace reír al preguntarle sobre los recuerdos en La Virginia, Risaralda, en su acento paisa dice; “oigan a mi papá, toda una vida viviendo a costillas del marido, hasta que le toca venirse a trabajar, ¿le parece poquito? Y suelta a reír. Cuando uno se casa a los 16 años, el que lo acaba de criar a uno es él”, indica. Se pone seria y continua: “luego aparece la necesidad de trabajar y uno todavía tiene la energía y ánimo para trabajar, toca hacerlo”.
Le ha ido tomando cariño a Neiva, “Uno es de donde vive y lucha además esta ciudad es muy agradable y se va uno amañando, al punto que yo ya me quedo Aquí, hasta que Dios lo disponga, manifiesta al tiempo que se declara creyente y seguidora de las de misas. “No crea que no voy a misa, como buena católica participo activamente en todos los ritos de mi religión”, sostiene.
Como mensaje a quienes no se han decidido por emprender y trabajar, les dice que nunca es tarde para empezar, solo falta decidirse. Ella es el ejemplo vivo, comenzó a trabajar a los 42 años y ahora no se aguanta dos días en la casa sin hacer nada como en los festivos. Se volvió adicta al trabajo. “Si yo tuve que aprender a los 42 años que aprendan ellos también, todo es cogerle amor al trabajo y listo. Además, la plata no cae del cielo, hay que trabajar”, concluye con convicción.