Diario del Huila, Crónica
Por: Juan Manuel Macías Medina
Karol Ruiz y Alexander Monje, son un comerciante de pescado y un pescador que durante gran parte de sus vidas, han visto en el río Magdalena, una fuente de ingresos para vivir. Ruiz y Monje, contaron como es la difícil tarea de la pesca y el comercio de pescado. Así mismo, los comerciantes exigieron a las autoridades poner más atención a las empresas que laboran en la margen del Magdalena, pues según ellos, está contaminando el pescado.
Karol Ruiz lleva cinco años en el comercio del pescado, es el dueño de uno de los ocho puestos que funcionan en el puerto El Pescador, ubicado en la avenida Circunvalación con avenida La Toma. El comerciante contó cómo es el trámite y los negocios que todos los días del año realizan para no dejar que el puerto se quede sin qué ofrecer.
Aquí llegan todas las canoas de Neiva, Fortalecillas y de diferentes partes del Huila. El pescador llega con lo que recogieron, cuchas, bocachicos y otras especies. Él nos dice cuánto vale lo que recogió y lo que vendemos le ofrecemos, el que más le ofrezca pues hace el negocio.
Ruiz no toda su vida se dedicó a arreglar los animales y a acomodarlos en su vitrina, a la espera de que algún neivano se acerque a comprar, pues anterior a eso, se dedicaba a la pesca, debido a que desde hace mucho tiempo, toda su familia ha tenido que ver con esta actividad.
“Aquí en este puesto llevo cinco años, yo antes me dedicaba a pescar. Desde los cinco años estoy metido en el cuento del pescado. Mi familia es una familia de pesca, mi papá, mis hermanos, todos tenemos que ver con el tema de la pesca”, dijo el expescador.
Así mismo, el comerciante relató cómo fue la circulación de la pesca al comercio. Según él, el negocio del comercio es rentable, aunque reconoció, que no todos los días se vende igual.
“Vimos que el negocio de la pesca era bueno, entonces también quisimos incursionar en el tema del comercio de los pescados, unos pescan y otros comercializamos. Es un trabajo duro, pero ahí vamos, hay días en donde le va bien a uno, pero también hay otros que no son tan buenos”, manifestó Ruiz.
Don Karol contó, mientras atendía a una cliente por su nombre (pues debido a la antigüedad que lleva en el sitio se ha creado un vínculo con el consumidor final), que el único que puede predecir las ventas y la pesca en la ciudad, es el río, pues dependiendo de como esté, así mismo es la oferta de pescado en la ciudad.
“Uno se puede ganar $50.000 diarios o hasta $80.000, pero por ejemplo en esta temporada que es de lluvias pues es poquito el pescado que se trae, el río crece, el agua se sube y no hay dónde pescar, sale muy poquito pescado. Anoche los pescadores se fueron a trabajar y trajeron $100.000 en pescado, de eso, tienen que sacar $40.000 de transporte a una camioneta para que les lleve la canoa al puerto, no les queda mucho porque es un trabajo pesado”, indicó el comerciante, que conoce de cerca la difícil labor del pescador.
Semana Santa, diciembre y enero, son las temporadas que, según comerciantes de pescado, pueden acolchonar los tiempos difíciles, pues las ventas aumentan hasta en diez veces a la de un día normal.
“Las mejores temporadas son diciembre, enero y Semana Santa, donde nos podemos vender $500.000 o hasta $1.000.000, son temporadas buenas, pero así como nos va bien en algunas épocas, pues también hay tiempos malos”, expresó Ruiz.
Así se pesca
Más de 40 años lleva Alexander Monje, de 55 años de edad, en la difícil labor de la pesca, a la que incursionó luego de que su padre y su abuelo le enseñaran a encontrar beneficios en el Magdalena.
“Desde los 14 años inicié en el tema de la pesca, en ese tiempo me dediqué a eso por la situación que estábamos viviendo, no estábamos bien económicamente. Además mi papá y mi abuelo eran pescadores de toda la vida”, sostuvo Monje.
Con un tinto en la mano y hablando con el que sería su piloto de cabecera, encontramos a Alexander, que no opuso resistencia a contar lo que vive un pescador, como si quisiera que las personas conocieran que quienes se dedican a este oficio, no la tienen nada fácil.
“La canoa nosotros la mandamos a hacer, la madera que más se utiliza para hacerlas es el achapo. Nosotros no tenemos horario para trabajar, todo depende del río, cuando está turbio como en estos momentos, entonces se pesca en el día, sale uno a las cinco de la mañana y va llegando uno a las cinco de la tarde, y cuando no está turbio, pues toca en la noche”, aclaró el pescador.
Monje lleva 41 años en la actividad de la pesca, decirlo es fácil, sin embargo, Alexander contó en detalle los riesgos a los que se exponen los hombres del río a diario.
“Uno va hasta el puente Casa Máquina en la vía entre Yaguará y Betania, ahí se tira uno y se viene con el compañero, es el que pilotea la canoa y uno es el que tira la atarraya. El peligro acecha porque si el compañero no es buen piloto y no sabe frenar cuando uno tire la atarraya, pues uno queda colgado de la malla y se ahoga”, dijo el curtido pescador, mientras sorbía un poco de tinto.
Monje también cree que es el río Magdalena, quien decreta lo que cada uno de ellos puede extraer, pues al fin y al cabo, es quien les ha proporcionado bienestar durante años.
“El tema del comercio es bueno, pero uno llega en la tarde muy cansado, en un día podemos sacar dependiendo del río entre 30 y 60 pescados, en dinero un día bueno pueden quedar hasta $300.000, de eso, sacamos $50.000 de transporte y queda buena plata. En un día malo, nos queda solo el transporte para devolvernos para la casa”, informó.
Lo cierto es que Monje no quiere que la tradición de la pesca acabe, sin embargo, tampoco quiere que sea el único sustento que sus descendientes tengan, pues según él, “la situación cada vez está más difícil”.
“Tengo un hijo que es pescador y una niña de cinco años que también tira el anzuelo. A mí me gustaría que lo hicieran como pasión, hoy en día está muy difícil la situación con esas dos represas que tenemos en el departamento”, aclaró.
El pescado está contaminado
Ruiz y Monje coinciden en que el pescado está saliendo contaminado del río Magdalena, esto se debe según ellos, a la cantidad de empresas dedicadas a la minería en el sector en donde se realiza la pesca.
“Aquí no hay nadie que regule si el pescado es contaminado o no, pero nosotros sabemos que el pescado contaminado sale es de aquí del puerto el río del Oro, al puerto El Venado. Nosotros procuramos comprar pescado que no sea contaminado, llevamos muchos años en el río y conocemos quienes son los pescadores que vienen pescan en esas zonas”, dijo el comerciante, que aseguró que conocer a los pescadores es el único control de calidad que allí se realiza.
Monje, por su parte, exigió a las autoridades realizar controles ambientales a las empresas que realizan este tipo de actividades en la ribera del río Magdalena, pues podría afectar tanto a pescadores, como a quienes consumen pescado en la ciudad.
“Lo que más nos perjudica es el tema de las minas y empresas que trabajan al lado de río, los pescados salen con manchas y con hongos. Las autoridades deben poner más cuidado a las represas y a las minas, hay más de ocho minas en el trascurso del río desde que nos tiramos hasta que llegamos, y nadie le coloca cuidado a los desechos que esas entidades vierten al río”, puntualizó el pescador, quien al mismo tiempo acabó la taza de tinto.
Lo cierto es que, tan preocupante es la situación de la contaminación del afluente que atraviesa la ciudad, que Alexander Monje invitó al equipo periodístico a retratar los desechos que se vierten al río Magdalena, como para no dejar dudas sobre la difícil situación ambiental que atraviesa la ciudad.