DIARIO DEL HUILA, CRÓNICA
Por: Hernán Galindo
Si usted o alguien anda en busca de Álvaro Gómez Jaramillo lo encuentra en uno de los dos siguientes sitios: en la pesebrera, en el barrio Triángulo, debajo del puente Santander, en la salida de Neiva a Bogotá, o vendiendo leche de cabra, junto a la puerta que da paso de Surabastos a Mercaneiva, de amplia movilidad de personas.
Tiene 52 años, pero, recién cumplió 15 se salió de la casa familiar en Manizales, a comer calle, a recorrer el mundo.
“No me gustaba mucho el estudio, quería conocer y experimentar, me gustaba la plática, la independencia y la libertad”, afirma, mientras acaricia a uno de los animales de ordeño, que carga en un pequeño remolque de estacas.
Partió al Valle del Cauca donde encontró su gran pasión, los caballos. En Jamundí se hizo caballista y empezó a desplazarse por las ferias equinas del país, aprendiendo del oficio y de la vida, cuenta con rapidez, casi que atropellando las palabras.
Y así fue pasando el tiempo hasta que hace 18 años llegó a Neiva donde dice estar amañado por la ciudad, el clima, la hospitalidad de la gente y porque también hay mucha afición por los caballos.
Vida en Neiva
Hoy, trabaja en la Pesebrera Villa Giomar, “en el ambiente de los caballitos y las cabritas”.
En el negocio de las cabras inició hace 4 años. Primero con una y de a poco fue aumentando el número de animales. Ya sobraba leche en la casa y entonces se le ocurrió comercializarla.
“Empezamos a venderla y nos fue bien. A Surabastos vengo de 6 a 9 de la mañana los días de mercado, martes, jueves, viernes sábado y domingo. Y después me voy para la pesebrera a ocuparme de los caballos, en una y otra cosa. Son mi dicha”.
Actualmente, el Paisa, como conocen en su medio a Álvaro, tiene 15 chivas, de ellas, 6 en producción, algunas de 4 botellas, 3 o dos…Eso no es constante. El vaso lo vende a 2 y 3 mil pesos.
“A los clientes les gusta con Kola Granulada, vino, ron, brandy. Quienes quieren probar toman sin mucha exigencia. Hay para todos los gustos, lo importante es cumplirles y queden contentos”.
Como buen negociante se sabe de memoria la carreta para convencer a la clientela. Asegura con rapidez que la leche de cabra es más saludable que la de vaca por muchos motivos: ofrece mayor digestibilidad, nutrientes y propiedades más beneficiosas para el organismo humano.
“A diferencia de otros productos lácteos, la leche de chiva tiene alto grado de digestibilidad y se le considera la más parecida a la leche materna. Entre las propiedades están que se digiere mejor, tiene menor contenido de grasa y es rica en ácidos grasos. Una verraquera para grandes y niños”, asegura, con franca emoción.
Y agrega, sin preguntarle, que “ellas son muy limpias, muy aseadas, no comen porquerías, sólo pasto, ramitas de plantas. Algo sucio no lo comen, sólo lo limpio. Cuando están estáticas se les da concentrado. Además, no se les suministran drogas, medicinas”.
Y a continuación ordeña con efectividad y prontitud, casi ‘manoseando,’ una de las cabras que ve ‘cargadita’ y logra exprimirle con tacto un chorrito que sale tibio. Me lo comparte de inmediato en un desechable para que pruebe.
“Es muy bueno para los pulmones. La toman porque es buena para todo lo que tiene que ver con la respiración. Imagínese ahora con todo ese lío de la pandemia, del coronavirus”.
Afirma que a todas las quiere como algo muy especial. Y es que les habla con un cariño como si lo escucharan, mientras sus manos juegan con los cachos y los bigotes de los animales.
La familia y futuro
¿Y se queda con los caballos o las vacas, si lo ponen a escoger?, le pregunto. Piensa un rato y responde: “Lo importante es que ojalá los dos produzcan”, dice. Y tiene razón porque debe cuidar de la casa y la esposa, Ninfa Avilés. Los cuatro hijos, ya mayores, trabajan.
Álvaro señala que de no tener la presente ocupación hubiera optado por algo relacionado con el campo, con el ganado. Y no sueña con un negocio particular, ni grande ni pequeño, porque, afirma, ya trabaja independiente. Se siente feliz con la vida “porque se trata de luchar, de tener todos los días experiencias nuevas”, por eso vive agradecido con Dios.
¿Cree que hay personas más locas que una cabra, como dicen por ahí? “Las personas no sé…Las ‘niñas’ son hiperactivas, saltan, brincan, llenas de emoción y alegría con la vida”.