DIARIO DEL HUILA, TENDENCIA
Efe
Esto lo ha podido comprobar sobre el terreno el biólogo del Instituto de Productos Naturales y Agrobiología (IPNA) Manuel Nogales, quien viene realizando un seguimiento del impacto en la biodiversidad de la erupción volcánica en Cumbre Vieja y que “día a día”, confiesa a EFE, se lleva “sorpresas de lo más interesantes”.
Por mucho que suba la temperatura, tiemble la tierra, el aire se haga irrespirable, la ceniza cubra la tierra y la vegetación prácticamente desaparezca la fauna silvestre aguanta y se resiste a abandonar su hábitat, su territorio, aunque éste lo haya transformado radicalmente un volcán.
Esto lo ha podido comprobar sobre el terreno el biólogo del Instituto de Productos Naturales y Agrobiología (IPNA) Manuel Nogales, quien viene realizando un seguimiento del impacto en la biodiversidad de la erupción volcánica en Cumbre Vieja y que “día a día”, confiesa a EFE, se lleva “sorpresas de lo más interesantes”.
Apego al territorio
Pero lo que más le sorprende es la “tremenda capacidad de resistencia” de los animales.
“Llevamos casi dos meses de erupción y aún siguen allí. Cuando ves el panorama, con pinos que solo conservan la madera de tea, porque el resto ha quedado arrasado, incluso la corteza… parece un cementerio de pinos, pero los animales siguen allí: cernícalos, cuervos, palomas…”
“¿Qué tiene que pasar para que desaparezcan? Solo se me ocurre bomba nuclear”, especula Nogales.
Hace hincapié en que, sobre todo, las aves no se han movido de su territorio hasta que no les ha quedado más remedio, prácticamente cuando “les estaban cayendo encima las primeras piedras del avance de las coladas”.
“Es increíble lo fieles que son a su territorio”, abunda Nogales, aunque “si lo piensas fríamente” hay explicación: “tienen localizadas sus fuentes de alimentación, dónde pueden reproducirse, dónde refugiarse, cuáles son sus congéneres, sus vecinos…”
Aún hoy hay aves de gran tamaño que siguen volando muy cerca del cono, o incluso lo sobrevuelan cuando el tiro no es muy fuerte, pese a la gran cantidad de piroclastos y ceniza que les cae encima, y “no sabemos realmente para qué. No hay nada que les alimente ni les pueda interesar”, indica Nogales.
Quizá lo hagan, añade, para aprovechar las corrientes térmicas y ahorrar energía para subir a cotas altas desde donde divisar el territorio en busca de posibles presas.
Además de la observación directa, los biólogos saben de la presencia de animales cerca del volcán por las huellas que dejan sobre la ceniza.
Han identificado gracias a un trabajo “un poco detectivesco” huellas de insectos, lagartos, conejos, gatos, cuervos, aves de pequeño tamaño y hasta garzas reales.