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José Arango, una historia de vida que inspira

Abr 24, 2021

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DIARIO DEL HUILA, CRÓNICA

Por: Hernán Galindo

Repentinamente, como suele pasar, la vida le cambió, le dio un vuelco de 180 grados a José Arango. De padres antioqueños, llegó muy pequeño a Neiva, hoy, tiene 45 años con una historia de vida inspiradora.

En un viaje de trabajo hacia La Plata, el 28 de mayo de 1998, hace 23 años, cerca al sitio Puerto Seco, sufrió un aparatoso accidente vehicular.

“La camioneta en la que viajaba de pasajero, durmiendo y sin cinturón de seguridad, se volcó. El golpe me produjo una lesión en la columna vertebral”, cuenta, con tranquilidad y sin rabia, que refleja en la cara.

Quedó parapléjico, perdió la movilidad de los miembros inferiores, de las piernas.

“Hoy, día, no hay amargura, aunque uno no escapa a esa palabra para etiquetar esa triste vivencia que dejó tan profunda huella. Se ha recorrido un camino de superación en lo personal, familiar y social. Los lentes con que se mira el pasado son otros”, explica, mientras se acomoda en el bici triciclo en el que se desplaza.

Sin libertad de movimiento

Claro que cuando se enteró de que perdería la movilidad, la libertad de moverse, fue muy difícil, confiesa.

“Son páginas muy oscuras de esa, digamos, sorpresa que la vida me guardaba. Fueron tres años muy duros de lucha personal, familiar, de encontrar culpables y respuestas a lo ocurrido. “¿Qué sucedió; qué pasó; por qué a mí?”

Con pausa, señala que pasado el tiempo y madurada la experiencia hoy puede decir que volvió a nacer.

“Porque haber nacido con todas las condiciones y capacidades físicas y mentales, y de pronto quedar comprometido es volver a nacer en todo sentido”.

Como contó José, tres años después empezó a salir a flote. Conoció personas que estaban en situación de discapacidad, que se movilizaban en sillas de ruedas y aceptaban la condición, y a gustarle el deporte.

“Empecé a darme una oportunidad y a darle la oportunidad a mucha gente que quería darme la mano, pero la rechazaba…eso no es fácil…a partir de entonces el escenario cambió y empecé ver las cosas de otra manera”.

Recuerda con respeto y agradecimiento a Uriel Perdomo, también parapléjico, cuidador de carros en el microcentro de la ciudad, clave en su proceso de reintegración social.

“Lo estimo mucho. Cuando me vio mal, de principiante en una silla de ruedas, me llamó y motivó. Me enseñó muchas cosas, me presentó a más personas y me metió en el hermoso mundo del deporte”.

Enfatiza que “todo fue una reacción en cadena. Cuando uno da un paso casi que lo demás viene solo…”.

En principio se enroló en el baloncesto, perteneció a la Selección Huila. Después estuvo en el billar y ahora se dedica al paraciclismo o ciclismo adaptado, práctica para personas con distintas discapacidades.

José vive de la pensión por el accidente. Es sicólogo especialista y trabaja con Comfamiliar del Huila como tallerista y capacitador en competencias humanas y laborales.

Deporte, amor y Dios 

Se siente satisfecho de cumplir uno de los propósitos de vida que se trazó. Ser lo más independiente y autónomo posible.

“La rutina es salir temprano, hacer deporte, después trabajar o salir a hacer diligencias. Todo, lo más libre y soberano que pueda”.

Hay días que transita 35, 40 o hasta 60 kilómetros. En Neiva, hacia Vegalarga, El Juncal o Rivera a una velocidad de hasta 15 o 20 kilómetros por hora, sin temor al riesgo, tomando las precauciones necesarias.

“Se disfruta del viaje y lo hago por deporte, recreación y salud. Tratando de seguir viviendo, porque la vida dio una segunda oportunidad”, explica. No compite pese a estar en la Liga de Ciclismo por exigencias laborales y ahora la pandemia.

No tiene novia. Asegura estar concentrado en la familia, en su padre, Darío; en su hermana, Claudia, y en su sobrina, Alejandra. Y en la parte profesional.

“No por falta de oportunidad, sino que no le he puesto mucho empeño a ese compromiso que amerita mucho. Soy de las personas que necesitamos mucha libertad”.

Se considera tranquilo, optimista, perseverante, sin resentimientos, aunque acepta tener “cierto” temperamento.

¿Cree en Dios? Al principio sí, por herencia cultural, responde, pero después del accidente aparecieron muchos cuestionamientos y dudas.

“Un Dios, como una figura paternalista, que deba prodigar todo, no. Eso me hizo daño al principio, buscar a quien responsabilizar”.

Y concluye: “Pero sí soy un ser que cree en la providencia, en las buenas energías, en las personas, que uno debe ayudarse mucho en la vida y mantener una buena onda para que todo gire positivamente con el Universo. Soy respetuoso de la espiritualidad de los demás”.

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