DIARIO DEL HUILA, CRÓNICA
Por: Hernán Galindo
La vida de Natalia Reina Cruz es parecida a las de otros jóvenes neivanos y colombianos, en general. Trabajan en lo que pueden para subsistir; estudian lo que el mercado les ofrece o creen es más conveniente y rentable para tener un ´cartón’; pero sueñan con laborar en otro escenario que sí les guste y tener un título profesional que los llene y les permita vivir la vida que ilusionan.
Natalia, egresada del colegio IPC, vende pescado los fines de semana en el tradicional mercado campesino del barrio Calixto Leyva. Es estudiante del Sena. Se graduará como tecnóloga en gestión ambiental. “Es como trabajar en el archivo de documentos de las empresas”, explica, con sonrisa.
Es una mujer joven, delgada, de mediana estatura, bonita, de cabello oscuro que recoge en un moño. Viste jean azul y blusa blanca para atender el puesto de venta. Es fácil saber qué ofrece. Se vende trucha, Balsillas, se lee en un improvisado cartel que cuelga encima de la mesa y los termos que guardan el producto.
Jornada y venta
Lo atiende viernes y sábados, vendiendo en promedio 70 kilos del pez, que envía Elizabeth Díaz de un cultivo que tiene en Balsillas, en límites de Huila y Caquetá. “De los cultivos que tiene, la señora remite a las hijas en Neiva. Yo me encargo de recibir, pesar, vender y entregar cuentas”, manifiesta, con cara de juicio y responsabilidad.
Por las óptimas condiciones hídricas y de clima de esa zona rural para la trucha, ha venido creciendo la producción, posicionando la comercialización en la gastronomía local.
“La trucha la vendemos aquí o se expende a domicilio. Ellas se encargan de ese espacio. La clave del éxito está en la calidad del producto. Se cultiva en una temperatura de casi 18 grados, en aguas normalmente frías y limpias de ríos y lagos”, comenta Natalia, mientras se apresura a atender a una pareja de clientes.
“Este pescado posee una carne muy fácil de digerir y es muy sabrosa, muy recomendable para adultos y niños”, opina Mercedes Pinto, quien asegura ser compradora permanente.
Pero también se consumen las espinas, “son apreciadas”, destaca la vendedora, a la vez que abre una vasija donde las tiene muy bien empacadas. “Se pueden hacer cremas o sopas. Se cocinan, ablandan, se les puede sumar verduras, se licúa, si se quiere y dependiendo del gusto de las personas, y a compartir con la familia”.
La trucha es un pescado rico en selenio, fósforo, potasio o magnesio y vitaminas del grupo B, imprescindibles para que nuestro cuerpo pueda desarrollar sus funciones normalmente, así como para fortalecer músculos y huesos.
El futuro en el exterior
Aunque agradecida por tener trabajo, en medio del desempleo nacional de mujeres y jóvenes, y recibir recursos para ayudar a la familia con padres y hermanos, Natalia tiene ambiciones. Quiere estudiar lenguas extranjeras. Tal vez francés, italiano, portugués, inglés o alemán. Por la pandemia y como está en prácticas de estudio no ha podido avanzar en el objetivo.
“Pero estudio o miro, leo, trato de aprender en la casa, en línea. Me gusta mucho el italiano. Quiero saber…me gustaría viajar, conocer el mundo. Londres, Paris, Roma, Rusia…”, sueña, con los ojos abiertos, pena de ilusión y esperanza.
Curiosamente, su novio se llama Jean Pierre, estudiante de economía, pero debió aplazar la enseñanza, por ahora, para ayudar a la familia en la recolección de la cosecha cafetera.
¿Y dónde están los hombres más guapos? ¿En el Huila?, le preguntamos, de repente. “¿Más guapos…? pues esa lo respondería conociendo, viéndolos personalmente…en fotos, películas o postales no es lo mismo”. Tal vez esa sea otra razón por la que quiera viajar, pensamos, con prudente silencio.
Natalia, a quien en ocasiones confunden con la propietaria del negocio o una de las hijas, por su buen aspecto, modales, atención y conversación, agrega que se quiere marchar de Neiva porque no hay muchas opciones y oportunidades para la juventud.
“Queremos estudiar, prepararnos y trabajar; que haya alternativas laborales. Que no nos exijan experiencia en un nuevo cargo porque así es muy difícil. Con solamente cumplir los requisitos para desempeñarnos es suficiente”, enfatiza.
Ya son casi las dos de la tarde. De a poco van caminando por el mercado los últimos clientes, que escarban precios y productos en los toldos aún abiertos. Natalia, que ya salió de toda la mercancía, inicia a recoger las cosas, para volver a su papel de muchacha ansiosa de crecer y proyectarse mientras en una semana vuelve a la realidad de vender pescado.
“Ojalá no se rinda”, le decimos. “Ni un paso atrás. Estoy contenta, pero voy a salir adelante, a progresar, por mí y mi familia”, afirma, quitándose el delantal.