DIARIO DEL HUILA, MUY PERSONAL
Por: Rolando Monje Gómez
Segundo Huertas es tal vez el artista peruano más huilense que existe y es que su obra y su vida han transcurrido en Neiva y el Huila en los últimos 40 años. Aquí se surtió de grandes maestros, y su talento y sensibilidad lo han llevado a tener el reconocimiento que tiene hoy. Después de muchos años fuera de tierras opita llega para mostrar la evolución de su obra en los pasillos del Santa Lucía Plaza.
“Desde muy pequeño tengo viva la imagen de cuando estaba haciendo transición, lo que llaman acá la primaria, y la profesora empezó a hacer unas líneas y empecé a ver como se transformaban en un gallo. Para mí eso fue mágico y me sembró esa pequeña semilla que poco a poco se fue germinando hasta convertirse en el camino del arte.
“Cuando cumplí los trece años mis padres me mandan a un seminario franciscano. Entro allá y cual sería mi sorpresa que había un profesor, un magnífico pintor, me fascinaba su trabajo y tenía un único discípulo que era compañero mío. En ese momento le agarré mucho más cariño a la pintura, porque veía como le daba clases a mi amigo. Yo lo que hacía era copiar los ejercicios que él hacía, se los dejaban a él y yo los hacía por aparte, incluso, una vez le dije al profesor que por qué no me enseñaba a pintar y me respondió que no porque él le daba clases a un solo discípulo.
“Terminé el bachillerato y llegué a pintar muy parecido a mi compañero. Al final hicieron un concurso y yo ocupé el segundo puesto, para mí eso fue algo grandioso. Empecé a hacer carboncillos, muchos retratos de santos, ángeles y me fui afianzando cada vez más en ese camino. Esa influencia aún sigue plasmada porque el tema religioso está ahí, además yo soy muy creyente, mariano, creo en la Virgen, en los ángeles, en los santos, en Dios, lógicamente, y siempre está conmigo haciéndome compañía y he podido sentir y palpar lo que ellos han hecho conmigo.
Así fueron los comienzos del maestro Segundo Huertas, quien luego de varios años fuera de Neiva vuelve triunfante, con una gran exposición por los pasillos del Santa Lucía Plaza, donde ha tenido gran acogida, porque su obra y especialmente sus cholas, hacen parte de los recuerdos de los neivanos.
Segundo Huertas Torres, nació en el barrio San Martín de Piura, Perú, una ciudad norteña casi en la frontera con Ecuador, dentro de una familia pobre, muy unida, que la integraban, además de sus padres, siete hermanos. “Mi papá trabajaba como conserje de una empresa hotelera y con su empeño y su trabajo nos sacó adelante a todos, ellos se dedicaron al hogar o al comercio”, comenta.
Estando en el seminario, a donde fue enviado por su padre y en el mismo lugar donde se encontró con el arte, con solo 19 años, lo mandan a Colombia. “Inicialmente llegamos a Vegalarga y después nos trasladan a San Antonio de Anaconia, donde fui profesor de artes, sin embargo, empezaron a surgir cosas que no permitían una buena convivencia y decidí retirarme. Así llego a Neiva donde me puse a pensar qué hacer con mi vida, si me regresaba para el Perú, me quedaba en Neiva o me iba para otro pueblo”, recuerda.
Estando en el Parque Santander se encontraba con un amigo con quien se había retirado del seminario, cuando pasó otro amigo y les preguntó qué hacían ahí, si se habían volado del seminario. Le contaron la historia. “A mi compañero le consiguió trabajo como profesor de música y a mi me dijo que tenía un amigo que estaba haciendo una escultura en homenaje a los juegos nacionales y que iba a hablar con él a ver qué le decía”, recuerda Segundo Huertas.
El amigo escultor no era otro que el maestro Emiro Garzón, que fue fundamental para su carrera. “Aprendí muchísimo, él me abre las puertas de su taller y son mis primeros pinitos con el material tan noble que es el barro al que le cogí mucho cariño. Con él trabajamos cerca de diez años”, comenta.
El maestro Garzón presentó al joven Segundo a la gente de la Universidad Surcolombiana, cuando el rector era Édgar Machado quien junto con Guebely, Bríñez y Lasso le brindan la oportunidad de estudiar y le regalan una beca para estudiar Lingüística y Literatura porque en esos años no había programa de artes.
“Al mismo tiempo empiezo a hacer los primeros pinitos con las pinturas. Mis primeros trabajos fueron con plumillas y algunas esculturas en hierro, yo reciclaba lo que quedaba en los talleres, eran trabajos muy cercanos a lo que hacía Emiro. Mi primera exposición la hice en la biblioteca de la Surcolombiana, nunca había hecho algo así y cual sería mi sorpresa cuando se empiezan a vender mis cuadros. Ahí me di cuenta que podía vivir del arte”, recuerda esos primeros pasos.
Ya lleva 40 años viviendo de la pintura, con la que le ha dado estudio a sus seis hijos, ha vivido bien y se ha dado muchísimos gustos. “Seguí el camino del arte, trabajando por mi cuenta y tuve la gran fortuna que la gente del Huila me acogiera, me abrió sus puertas y me ayudó a salir adelante. Toda mi carrera profesional prácticamente la he hecho en Neiva con el apoyo de su gente”, afirma el maestro Huertas y agrega que “otra cosa que hizo que me vinculara más al Huila fue que comencé a trabajar con las carrozas del San Pedro, al lado de Tony Arbeláez”.
Las cholas de Huertas
La obra por la que más ha sido reconocido, son las famosas cholas, que están presentes en gran parte de su carrera. “Las cholas empiezan a salir después de un viaje que hice por el sur del continente, en autostop. En las noches pintaba en los hoteles y con lo que vendía iba hasta el próximo pueblo, así estuve un poco más de un año. En ese viaje empecé a ver la similitud que había entre todas las mujeres latinoamericanas y quería representar eso y lo logré”, comenta.
Según el maestro Segundo Huertas, la chola unifica a todas las mujeres de América Latina por sus rasgos, el pelo suelto, negro por lo general, las candongas que son muy repetitivas en muchísimas partes de la región y la ropa sencilla, eso le fascinó y ya son más de 36 años haciendo cholas. “Mis dos esposas y mis hijas de alguna manera se parecen a las cholas”, afirma.
La vida en familia
Aunque nunca terminó la carrera que inició en la Universidad Surcolombiana, afirma que allí le sucedió algo muy bonito y es que conoció a Amparo Andrade, que se convirtió en su primera esposa y es la madre de sus dos hijos mayores. Hoy a sus 62 años es padre de seis hijos, cuatro con Angie Polanía su segunda esposa y tiene tres nietos.
“Todo lo que he recibido en la vida se lo debo a la bendición de Dios, él me ha bendecido con mis manos, con la gente, con mi familia y con mi trabajo, por eso trato de aprovechar al máximo las cosas y las personas buenas que llegan a mi vida. Voy a seguir en esto hasta que Dios me lo permita”, comenta.
Para el maestro Huertas, el llegar a Neiva fue algo muy grande, “no sé qué hubiera pasado si hubiera llegado a otra ciudad, aquí me acogieron al instante, por eso es que amo tanto a Neiva y al Huila”, expresa y confiesa que nunca ha tramitado la nacionalidad colombiana porque no cree que sea necesario.
Segundo Huertas hoy vive solo con Sebastián, su hijo de catorce años, pero en permanente contacto con sus otros hijos y con sus esposas, con quienes mantiene una excelente relación. En esta etapa de su vida quiere afianzar su trabajo e internacionalizarse, pues su obra gusta mucho en el exterior. “Me gustaría que me recordaran como son mis cholas, llenas de vida, de amor, de ternura, llenas de color”.
Finalmente, afirma que se ha metido tanto tiempo en su trabajo que solo ha regresado al Perú una vez en todos estos años, aunque aspira a volver pronto a realizar una exposición allá, “porque ahora la gente de mi país sabe de mi existencia y de mi trabajo, por lo que fui invitado de manera especial para hacer parte de un libro que se hizo de artistas peruanos para el bicentenario de la independencia del Perú”.