DIARIO DEL HUILA, CRÓNICA
Por: Hernán Galindo
“Llevo 34 años vendiendo pollos en los mercados campesinos”, cuenta doña María Ligia Sunce, una mujer mayor de 60 años, que cada fin de semana se desplaza junto a una de sus hijas a los mercados campesinos de la ciudad en donde venden pollo que crían en una microempresa que han constituido.
Los comienzos fueron difíciles, recuerda doña María, debían transportarse en las volquetas que enviaba el municipio para que los campesinos, igual que ellos, vinieran a la ciudad a ofrecer sus productos directamente al consumidor.
“Fuimos creciendo”, comenta, “se nos ocurrió comenzar a criar pollos para el consumo en la finca y así lo hicimos con vecinos. Decidimos que había que sacarlo al mercado, lo empacábamos en estopas, con hojas de plátano a los lados para conservarlo fresco, luego lo traíamos en termos plásticos con hielo, finalmente lo transportamos en un termo King. Pasamos de los 4 pollos para la familia a sacar al mercado 400 pollos por mes”.
Está agradecida con este negocio, “gracias a él saqué adelante a mis hijas, una de ellas, María Andy, trabaja conmigo, tiene su propio puesto, las otras dos una es fisioterapeuta, Albéniz, trabaja en el hospital y Lucía es técnica oral, mi esposo Adelmo Lozano ayuda en la cría de los pollos”, cuenta con orgullo
Los pollos tienen no menos de cinco libras, se venden cien cada semana
Hija de tigresa, sale pintada
María Andy Lozano Sunce, hija de María, se define como cultivadora de pollos, comenzó con cinco pollos y ahora saca 400 mensuales a comercializar de manera directa al consumidor, sin intermediarios.
Recuerda que, a los 7 años de edad, acompañaba a sus padres en carros del municipio a los mercados campesinos, y desde entonces “gracias a Dios todo lo que tenemos se lo debemos a Él y al mercado, con trabajo. Con esfuerzo, en compañía de toda la vereda hemos, salido adelante”, agrega.
La cría de los pollos
Andy dice, soy la que vive más lejos en Santa Helena, tengo 2000 pollos que hemos criado con mi esposo. Es el que se mete al galpón, los pollos lo conocen, los alimenta, les habla y si alguien distinto entra, los pollos se espantan.
La clave está en el clima, dice. “Los pollos nos los entregan de un día de nacidos, en principio se alimentan como un bebé, con soya, preparando una comida especial para los primeros días, quince días después se cambia la comida, y al mes ya se les da maíz, el agua es corriente, el piso se aísla de la humedad con cascarilla de arroz”, refiere como toda una experta en el negocio.
“Hay que querer lo que se hace y de lo que se vive”, reflexiona, al tiempo que destaca que además hace tamales, empanadas “y tengo un balneario en la vereda que se cerró por lo de la pandemia, pero aspiro que pronto se pueda volver a poner al servicio de quienes nos visitan”.
No se ve haciendo otra cosa, es creyente en Dios, le teme a la vacuna por tanto comentario. “Por ahora, lo estoy pensando, tengo tiempo para decidirme”, responde y sobre los hijos señala que tienen otros planes, aunque saben del negocio y no les da pena trabajar, de hecho, a veces la reemplazan cuando por cualquier inconveniente no puede viajar a Neiva
Se proyecta y ve en los próximos años el mercado en otras condiciones, “que todos tengamos mejores elementos para realizar nuestra labor, que haya facilidad tanto para los vendedores como para quienes cada ocho día llegan al mercado campesino de Calixto Leyva a adquirir los productos, directamente de nosotros, como productores, sin intermediarios”.
Como mensaje final reclama facilidad para el trabajo, “nos amenazan que nos van a sacar del negocio, no queremos perder nuestro esfuerzo, no queremos venderlo a intermediarios”, manifiesta y se va a atender un cliente que llega a comprar.
