DIARIO DEL HUILA, CRÓNICA
Por: Hernán Galindo
Martha Constanza Cuéllar Soto ha dedicado la mayor parte de sus 60 años a la cultura y el folclor huilense. De hecho, cuenta, nació un 21 de julio con el Festival del Bambuco; y su esposo, José Guillermo Contreras, fallecido hace 7 años, era un orfebre muy reconocido en la ciudad.
Su amor por la danza y la música fue innato, recuerda. Cuando pequeña, con su hermana Francy, practicaban los bailes del momento y cantaban canciones de la época: “Viajábamos mucho a Guadalupe para presentarnos en las noches en un restaurante de una tía, donde el público nos aplaudía”.
Luego, con 13 años, dio el paso a la danza folclórica participando en una convocatoria en el Instituto Promoción Social, con el maestro Jorge Horta. Seguidamente ingresó a la escuela de danzas del Instituto de Cultura, con el maestro Humberto Garzón; siguió al Ballet Folclórico del Huila, de la maestra Ketty Castillo, y a la Compañía de Danza Folclórica del maestro Alfonso Vargas, hasta retirarse.
“Fue la época más bella de mi juventud…con el amor por la danza, uno vive, respira…con los compañeros viajábamos mucho, reíamos, cantábamos, gozábamos de los aplausos… se convierten en la segunda familia”.
Virreina Popular
No extraña entonces que Marta haya sido reina en representación del barrio Chapinero, en 1979. Tal vez por eso recuerda especialmente al parejo, “aunque todos son inolvidables”, Álvaro Trujillo Cuenca, siendo Virreina Popular del Bambuco de ese año.
Desde los 20 años su labor es enseñar y promover la danza en instituciones educativas transitando con éxito por el María Auxiliadora, La Presentación, Yumaná, San Miguel Arcángel, Pedagógico, Escuela Claret, José Eustacio Rivera, Humberto Tafur, etc.
“En la actualidad estoy dedicada a mi escuela de danzas Tierra de Promisión, en la calle 19 no 40-13, en Los Guaduales, y a la dirección de la Corporación Casa de la Cultura, labor que inicié por la oportunidad brindada por la maestra Ketty Castillo que vio mi capacidad de colaborarle en su Academia como instructora del grupo infantil y su ballet”.
Martha confiesa que es maestra empírica, pero con mucha preparación y el empeño de aprender más de la danza. Por eso, los varios diplomados de capacitación del Ministerio de Cultura y las becas en diferentes modalidades y géneros de danza.
No cree que la juventud esté perdiendo el amor por el baile, pero, sí ha perdido los valores de la responsabilidad, el compromiso y el sentido de pertenencia con su escuela o su agrupación…muchos toman muy deportivamente las obligaciones, se lamenta.
“La diferencia entre la danza de ayer y la de hoy es grande. Cuando fui bailarina, tenía una esencia pura en cada movimiento, con gracia y coquetería, muy natural, bajo unos parámetros sencillos, regidos al folclor de cada región. Ahora, la gracia está muchas veces en una coquetería forzada, y cuenta más mostrar el cuerpo con exageración. El escenario se llena de elementos muchas veces innecesarios. Lo importante es presentar un show, así no deje una enseñanza o se salte los parámetros coreográficos”.
Con su experiencia, Martha, quien llama a su arte danza, pero, igual ha incursionado en la realización de obras teatrales musicalizadas, responde que, si pudiera aportar un cambio al Festival, sería la realización de muchos encuentros de danza en las diferentes modalidades y un encuentro de música en sus diversas manifestaciones, dando la importancia que merece lo autóctono y tradicional.
No tiene reparo del Sampedro virtual porque es darles oportunidad a los artistas y gestores culturales de poder trabajar, de lo contrario, su situación económica sería más difícil por la pandemia.
Sueños
Sin embargo, su sueño es “volver a ver pronto las calles de mi Neiva adorada llenas de gente, sin miedo al contagio. Sentir el calor humano de los opitas aplaudiendo y ovacionando nuestros grupos de baile, con sus coreografías, gozando del colorido de nuestros trajes en cada desfile. Sueño con ver un gremio artístico más humano, más equitativo, sin las famosas ‘roscas’, que dividen el gremio. Sueño con una Neiva con muchas y grandes industrias culturales, con un Huila pujante y en paz”.
En la vida está agradecida con Dios “por haberme permitido llegar a esta edad y por todo lo que me ha dado. Con mi hija, Ángela María, por ser mi mano derecha y mi motor para seguir adelante; con mi familia, por su apoyo y compañía. Con la familia Tierra de Promisión, que son mis bailarines y sus padres, porque sin ellos no puedo plasmar mi trabajo o mis obras. Y con la Maestra Ketty Castillo que fue quien me condujo a esta profesión y labor tan hermosa”.