Diario del Huila

‘Mientras uno ría la vida vale la pena vivirla’

May 16, 2021

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‘Mientras uno ría la vida vale la pena vivirla’

La vida de Gladys Yolanda Díaz López, ha estado enmarcada entre el estudio y la música, y aunque su vida no ha sido del todo fácil, siempre ha sido muy optimista. Para ella la vida es un asunto de aptitud y a ella eso le sobra, por eso, como dice, los golpes siempre los recibe de pie, como toda una luchadora de la vida.

DIARIO DEL HUILA, MUY PERSONAL

Por: Rolando Monje Gómez

“Cuando llegué a Neiva acababa de tener un accidente donde me había desbaratado la cara. Duré un tiempo ciega, y ese tiempo ciega me sirvió mucho. Si yo volviera a vivir no quitaría mis sufrimientos, porque eso es lo que nos hace ser mejores, uno aprende de eso y aprende a pararse que es lo más importante. Los golpes no se reciben en el suelo, se reciben de pie y esas cosas se superan, no con violencia sino con aptitud. La vida vale la pena vivirla”.

“Me operaron, pero eso me sirvió para que pensara qué quería hacer en mi vida. Nadie me decía qué me pasó, no me dejaban ver a un espejo. Hasta que un día se acercó mi papá. Él no era muy cariñoso, era muy estricto, pero nosotros teníamos mucha comunicación y entonces me preguntó ¿Para qué le ha servido a usted la cara? Le respondí que para nada, lo que hecho en la vida lo he hecho por mis capacidades, me lo he ganado limpiamente con mi trabajo. Entonces me contó lo que me ha pasado”.

“Luego me preguntó: ¿Y los ojos?, para lo que hay que ver con un ojo basta. Papá, no sé si reír o llorar, le contesté y él me dijo: ría, que mientras uno ría, la vida vale la pena vivirla”.

“Eso nunca se me olvido”, afirma Gladys Yolanda Díaz López, la protagonista de esta historia, la hija de Pedro Díaz Silva, un militar de Garzón y de Marina López López, una amorosa madre y esposa de Alpujarra, Tolima.

Nacida en el seno de una familia muy tolimense, del Tolima Grande, aunque ella nació en Bogotá, por la profesión de su padre, se siente muy de esta tierra. “Éramos seis hermanos, cinco mujeres y un hombre, siempre hemos tenido muy buena relación entre todos. Nuestra familia es muy unida, con un concepto de familia muy fuerte. Yo soy la mayor”.

“En mi casa nos enseñaron a querer nuestras raíces, la música colombiana se oía mucho, era parte de lo que vivíamos, mamá tocaba bandola, se cantaba, mis hermanas tocaban, era un ambiente muy del huilense tradicional”, recuerda con alegría.

El sueño de ser abogada

Aunque Gladys Yolanda estudió en el colegio La Presentación terminó siendo bachiller del Salesiano San Medardo, “por cosas del destino, el colegio fue mixto tres años, tuve una diferencia con las monjas de La Presentación y me fue muy bien”.

Desde siempre quería ser abogada, pero como en esa época no había universidades en Neiva, se presentó a tres universidades en Bogotá, en todas pasó pero se decidió por la Javeriana. “Considero que fue la mejor elección de mi vida, pero me dediqué a la rama financiera, fui gerente de banco y de entidades financieras, trabajé muchos años con el Grupo Grancolombiano, además adelanté dos especializaciones en Derecho de Familia y Derecho Comercial”, recuerda.

En Bogotá se casó, se separó, se divorció, matrimonio que fue anulado con los años. “Mi matrimonio estaba mal y tomé la decisión de divorciarme, quería a alguien que me quisiera a mí por mí”.

Para esa época su contacto con Neiva era de puentes y vacaciones, hasta que por una propuesta laboral se decidió a volver.

“Seguí en la banca, pero hubo una especialización en la Javeriana que me llamó mucho la atención, ‘Prevención al maltrato Infantil’, yo siempre he sido muy inquiera por la parte humana, y que uno debe trascender por lo que hace sin esperar nada a cambio. Así me convertí en el primer abogado del país con esa especialización”, recuerda con orgullo.

La nombraron comisaria de familia en la Casa de la Justicia de Neiva, algo que quería desde hacía un tiempo y terminó enamorada de su trabajo. “Se trabajó en unas condiciones muy duras, sin mucho presupuesto y nos daban lo que podían”.

“Ahí hice un proyecto que aún hoy funciona, el Comisario Infantil, para buscar formas de conciliación para que los mismos niños generen herramientas para luchar contra la violencia que ellos mismos han vivido. Se logró mucho y fue muy satisfactorio”, comenta.

Después pasó a ser la gerente regional de Comcaja, donde le tocó el otro lado de la moneda. “Se trabajó mucho con la comunidad, pero ya no era desde el dolor sino desde la satisfacción, fue trabajar desde otra óptica”.

Pasó luego al Hospital Universitario ‘Hernando Moncaleano Perdomo’, como Jefe de Gestión Humana. “Allí estuve tres años. Hoy me duele la presión que vive el sector salud, porque hay gente que ha dado todo por su ciudad, por sus ciudadanos y nosotros no hemos dado todo lo que tenemos que dar”.

Sobre la contratación del sector salud y del sector público, manifiesta que “son personas que no tienen sino el hoy y el Estado ha precarizado al profesional, a la persona”. Estando allí se pensionó para dedicarse a su hogar, su familia, su esposo, su hijo.

Su esposo ‘Alejo’

Gladys Yolanda Díaz está casada con Alejandro Cabrera Villamil y son los padres de Andrés, un filósofo y profesor de la Universidad del Rosario.

A Alejandro lo conoció en su juventud, en reuniones con su familia. Ya de regreso a Neiva, divorciada, en recuperación de su accidente se reencontró con él.

“Éramos amigos de muchachos, las familias eran amigas, en la Neiva antigua todas las familias eran amigas, había mucho espacio para conversar. Alejandro es sobrino de Jorge Villamil y creció en ese ambiente musical. Él fue como su papá porque la guerrilla le mató a su padre siendo muy niño, vivió en carne propia la violencia”, manifiesta.

“Siempre le he dicho que él ha estado pidiendo mi mano desde hace mucho tiempo. Yo llegué a Neiva a hacer tercero bachillerato a La Presentación y por esa época lo conocí, luego de separarme de mi primer esposo volví a Neiva y me lo volví a encontrar. Él iba con mis primos, entre ellos Chano Díaz autor de ‘Viaje a Neiva’”.

“Cuando llegué a Neiva a recuperarme me reencontré con Alejandro y ya me había hecho una cirugía de reconstrucción facial. Se me fue metiendo, sin querer queriendo nos fuimos conociendo, como amigos, nos casamos por lo civil en Venezuela, él también era casado, entonces no se podía de otra forma, con los años nos casamos en Colombia”, recuerda.

“Ha sido la persona que ha estado conmigo, ha sido muy bonito, un hombre muy tierno, muy especial, con unos valores que yo amo y respeto, es un hombre claro, que mira de frente, es una persona con ideales que han sido su motor de vida”, describe a su esposo con mucha emoción.

De Jorge Villamil comenta que era un poeta y lo conoció a través de su papá, “él era muy famoso, era el Juanes de la época”.

Su hermana ‘Chava’

Isabel Díaz López, era una de sus hermanas menores y quien falleció el año pasado. Gladys Yolanda la recuerda como una mujer que nunca se quejó, nunca pidió nada, pero lo dio todo.

“Chava era parca, tenía un humor oportuno, en el momento, muy trabajadora, muy de su casa, de su trabajo, siempre. Había estudiado arquitectura y estaba haciendo su doctorado cuando se enfermó, pero hasta el final fue muy comprometida con su familia y con su trabajo”, nos comenta.

La educación y la música

Para Gladys Yolanda Díaz, la educación y la música han hecho parte primordial de su vida. “La educación es la base de todo cambio social, si quieres hacer patria, formar ciudadanos, tienes que educarlos, fomentar eso y en este momento social la educación es el motor que mueve, jalona país, oportunidades e igualdades, es lo único que nos hace disminuir la brecha social”.

Con respecto a la música afirma que la degusta, la goza, “me gusta cantar -su esposo afirma que canta muy bien-, la vivo, en mi casa crecimos con la música. En la finca, a las seis de la tarde se sacaban tiples y guitarras y nos poníamos a cantar y en la casa de Alejo también”, nos comenta.

Finalmente, Gladys Yolanda Díaz López, una mujer que ha pasado de forma discreta por la vida, pero dejando huella en cada paso que ha dado dice que le gustaría que la recordaran “como un ser optimista por naturaleza, quiero ser recordada como una persona que nunca se rindió”.

 

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