DIARIO DEL HUILA, CRÓNICA
Por: Hernán Galindo
Ricardo Castro Silva nació en Neiva, en el hospital San Miguel, cuenta con orgullo. “Quiero mucho mi Neiva, mi Huila” dice, en medio de una familia en la que siempre estuvieron presentes el arte y la música.
Su padre, Carlos Castro, de origen caldense, era sastre. Tuvo el “Almacén El Príncipe”, cerca al llamado Palacio de las 56 ventanas, en donde funcionaba la Gobernación del Huila, en los años 60. En pleno centro de la ciudad.
Su mamá, Rosa Silva, una laboyana, tenía la sensibilidad por el arte, sabía de cerámica y hacer imágenes, que la llevaron a realizar las primeras figuras en patillaje que adornaban las tortas para los matrimonios, bautizos, cumpleaños y toda clase de ceremonias en la Cigarrería La Rosa, tradicional todavía entre los neivanos.
Música y composiciones
Uno de sus primeros seguidores por el talento y amor por la música que mostró desde niño fue su papá, recuerda con alegría, mientras empieza a contar de su infancia y juventud, este hombre de más de 1.80 metros de estatura, tez blanca, cabeza calva y mirada sincera.
Evoca que comenzó imitando a Julio Iglesias, Manolo Galván, Nino Bravo, entre otros grandes baladistas de sus tiempos mozos.
Sin embargo, la primera canción que interpretó fue La Piragua, composición tropical de Guillermo Barros, que hizo famosa en su voz Gabriel Romero con los Black Star. “Fue en el colegio Cervantes, que quedaba en la calle 11 con carrera quinta”, recuerda.
Dentro de las muchas anécdotas destaca que “hice seis primeros en el colegio Santa Librada y cuando fui a retirar los papeles, el rector me dijo: no se vaya, lo necesitamos. Usted puede ser profesor de ese grado, de primero”, comenta y ríe con desparpajo.
Terminó bachillerato en el San Miguel Arcángel “y pasé a la universidad de la calle”, como coloca en su perfil de vida.
Fue el ‘profe’ Yael Garabiño, emblema de Utrahuilca, quien lo impulsó a culminar el bachillerato y hacerse técnico en economía solidaria con la que aprendió a hacer empresa y le ha servido para administrar los negocios que ha emprendido.
“Tuve la Casa de la Moda de Richard y Richard Sport, entre otros, siguiendo los pasos de mi padre”.
Su primera presentación musical en serio, su debut en el mundillo del espectáculo local, fue con el grupo de vallenato del Santa Librada. “Pero es en 1997, en la Copa de Fútbol Roberto Escobar, del barrio Cándido, en la premiación en Banquetes Castillo, cuando doy comienzo a Talentos Huilenses, que me ha servido para descubrir nuevas voces y proyectarlas para la música a nivel regional y nacional”.
Ricardo confiesa que es empírico, nunca estudió música y por eso lo persiguieron, no le daban espacios. Fue Raúl Rivera, ex Secretario de Cultura, quien le creyó y apoyó. “Una vez me dijo, su voz es un instrumento musical. Ese halago nunca lo olvidé”.
Ese hecho marcó su lucha para trabajar en lo que más ama en la vida: cantar y componer. Ya son más de 390 composiciones y varias las producciones discográficas, “tal vez unas 39”, con las que Talentos Huilenses” ha impulsado la carrera de gente como, los hermanos Vega, los primos Rey Cedeño, Giovani Andrade, entre otros.
Entre las composiciones preferidas recuerda Borracho no vale; Feliz día papá, que le hizo a su padre; y varias inspiradas en su señora madre. “Carlos Calvache me grabó tres canciones, entre ellas La Envidia”.
Las grabaciones
Destaca que se han inclinado por sus composiciones artistas como Juan Manuel, el Caballero del Amor; Rodrigo Mora, de San Andrés Tello; Geraldine, una de las nuevas voces del Huila; Palomos Orquesta, Tarula Mix. “Este último grupo musical me ha permitido incursionar en ritmos como la champeta y la salsa Joe”.
Sin sabor le dejó la presentación en los 400 años de Neiva y que nunca le pagaron, todavía está esperando que le paguen. Pero le queda el orgullo que le compuso a la ciudad en su aniversario el tema “feliz cumpleaños opita “. De otro lado recuerda con cariño “el príncipe y la rosa que les compuso a sus padres”.
Uno de los momentos más emotivos de su carrera artística la vivió hace dos años cuando la Asamblea del Huila lo exaltó con la Orden Cacique Timanco, como reconocimiento a su trayectoria y vida profesional.
Ricardo pasa su vida entre la música y su familia, en compañía de su esposa Enilsa Ipuz, diseñadora, y sus hijas Ana María, ingeniera ambiental, y Claudia Marcela, que estudia inglés en Estados Unidos.
Así es Ricardo Castro Silva, un hombre solidario, generoso, con hechos, como que en la pandemia se propuso llevar 2.000 mercados a los damnificados del sector cultural, “voy por 890 y no abandonaré hasta cumplir la meta”.