DIARIO DEL HUILA, MUY PERSONAL
Por: Rolando Monje Gómez
Fotografías: Tatiana Ramírez
Toti Conde y Leo Cabrera son recordados por su trabajo en la radio, pero su vida va más allá de los medios de comunicación. Todo el mundo del arte y la cultura ha estado ligado muy estrechamente en sus vidas y aún hoy les sigue alimentando el alma.
Fernando Segura Rojas había creado el Centro Independiente de Teatro Luis Enrique Osorio, donde impartía clases de teatro a jóvenes talentosos de la ciudad de Neiva, en la Escuela Central ‘Ricardo Borrero Álvarez’.
Un día una jovencita, alumna de la escuela, escuchaba atentamente su clase, cuando de reojo vio como entraba una pierna de hombre por la ventana, y luego la otra, hasta que se introdujo completamente y se sentó a su lado en el mismo pupitre. El hombre comenzó a hacerle preguntas, que ella por su timidez no le respondió.
Con el pasar de los días, ese mismo hombre entró al salón, era su profesor de técnica corporal. No fue una experiencia agradable, porque pensó que se la estaba ‘montando’, pues todas las preguntas que hacía quería fuera ella la que las respondiera.
No fue un buen comienzo, pero sí recordó que a él ya lo había visto alguna vez, en una situación similar, en un almacén, el primero por departamentos de Neiva ubicado donde hoy queda la Lotería del Huila, él estaba enroscado sobre una vara y de cabeza, acomodando cosas en una vitrina. Era el decorador del lugar y hacia la publicidad del almacén pero también trabajaba en radio. La jovencita se había quedado en la vitrina mirándolo.
Cuenta que un día con unas amiguitas ya mayores, que hablaban de amigos y novios una de ellas le preguntó que si tenía novio y dijo sí, y de novio se imaginó al hombre que estaba colgado de cabeza en la vitrina, aunque hasta ese día nunca habían hablado y en su familia no le permitirían nada de eso, además era extremadamente tímida.
Esta historia tiene algo más de cincuenta años, por allá de 1968, y la jovencita de ese tiempo que hoy tiene 69 años se llama Toti Conde, y el hombre colgado en la vitrina, el mismo que le cayó por una ventana no es otro que Leo Cabrera, que ya suma 76 años, una pareja muy popular en el departamento por los aportes que a lo largo de los años le han hecho a los medios de comunicación y a la cultura del Huila.
Álvaro León Cabrera Guzmán, más conocido como Leo Cabrera, nació en Bogotá pero su familia tiene vínculos muy estrechos con el Huila, por lo que su destino estaba por estos lados. Su padre era músico, Ismael Cabrera y su madre Blanca Catalina Guzmán, quien se dedicaba a las labores del hogar.
Toti Conde Triviño, que aunque Toti no fue el nombre que recibió inicialmente hoy legalmente es así, era hija del primer matrimonio de su madre María Librada Triviño con Rafael Conde, quien murió dejándola huérfana muy niña. Luego su madre se volvió a casar y se unió a su nueva familia.
Nació en el Centro de Neiva, donde hoy actualmente se encuentra la empresa Taxis Verdes sobre la carrera Séptima entre calles Quinta y Sexta, donde vivió unos años felices, hasta que su familia la envió a estudiar a Bogotá en un internado.
“Las razones para que internar a un niño eran diversas, las mías no las conozco porque yo era una buena niña, muy pilosa. Lloré como una Magdalena porque era la primera vez que me separaba de la familia”, recuerda con nostalgia. Luego de un tiempo regreso a Neiva.
La familia de Leo familia tenía una pequeña fábrica de confecciones en Bogotá y “allí trabajé con tijeras, con hilo, fabricando cajas de cartón, de plástico transparente para poder empacar la ropa, aprendí a hacer muñecos, títeres”, recuerda Leo.
En esos años jóvenes aprendió a cantar por sí mismo, tal vez por influencia de su abuela que era una cantante muy buena de zarzuelas.
Hablar de Leo Cabrera como periodista o como locutor es quedarse corto en su descripción. Según comenta el mismo, “soy una mezcolanza de cosas, recibí ejemplos de muchas personas, he tenido todas las lecturas, de diferente orden, todos los géneros musicales, fui decorador de vitrina y decorador de interiores en Bogotá y ya en Neiva conseguí mucho trabajo en eso. Tengo reconocimientos del orden cultural de muchas instituciones, tengo una colección de diplomas y de premios que me fueron dados a lo largo de mi vida”.
Antes de llegar a Neiva, Leo había trabajado en la Escuela de Teatro del Distrito y había hecho obras de teatro en el colegio, al lado de los hermanos Luzardo, Consuelo y Julio.
En Neiva
A la capital del Huila llegó a enseñar técnica corporal. “Enseñaba haciendo demostraciones bastante vistosas en el manejo de la memoria. Toti era mi alumna en ese centro de teatro y los primeros años giraron en torno al teatro, eran nuestros intereses en ese momento”, dice.
Pasó el tiempo y Toti, ya de vuelta a Neiva escuchó en la radio que necesitaban personas interesadas en aprender teatro, era radio Colosal dirigida por Fernando Segura Rojas, “me presenté y me dijo empezamos a tal hora en la Escuela ‘Ricardo Borrero Álvarez’.
Cuando llegó a esa escuela, donde funcionaba el centro teatral fue cuando ‘un hombre le cayó por la ventana’, el mismo que fue su profesor y que por la presión que ejercía en sus clases, en algún momento pensó en retirarse. “Pensé que me había cogido bronca, sin embargo eso me fue preparando para mi trabajo posterior en los medios de comunicación”, afirma Toti.
De su relación con Toti Conde, a la que Leo recuerda conoció en 1968 ¿o 1969?, cuando se coló por la ventana, dice que su matrimonio fue por responsabilidad de las artes, por su trabajo en la escuela de teatro donde se reconocieron por primera vez.
Toti trabajó muchos años como profesora en el Centro Comercial del Huila de donde se había graduado finalmente de bachiller comercial.
El romance de esta pareja no se inició inmediatamente, comenzaron como amigos. “Se mantuvo en total secreto porque él tenía muchos antecedentes de conquistador que hacían que mi familia no lo aceptará. La única que lo aceptó fue mi abuela, que lo quería muchísimo”, recuerda Toti, y agrega que el gerente del Hotel Plaza en esos tiempos, Jaime París Arbeláez fue quien les ayudó mucho para que formalizaran la relación. En ese momento Leo se encargaba de la decoración de la discoteca del hotel.
Fueron muchos años como amigos, luego se casaron y hoy tienen dos hijos y un nieto. Ya completaron 50 años juntos. “Yo he aprendido mucho de él”, confiesa Toti.
Música, radio y cine
Leo es un hombre multifacético: toca la guitarra, el piano, la batería, musicalizó una obra de teatro y en algún momento a través de Armando Plata Camacho iba a concretar una producción musical, que finalmente no se dio porque tenían que dejarlo todo e irse del país. También se le recuerda como director de una big band, que duró muy poco porque el saxofonista se enfermó pero que recuerdan como una experiencia muy bonita.
Aunque Toti considera que los medios de comunicación fueron una casualidad, los dos tuvieron la oportunidad de trabajar juntos y por separado. “Leo estuvo inicialmente en Radio Sur de Pitalito con Manuel Castro Tovar y fue muy amigo de Darío Silva Silva. Mi primera vez en la radio fue un día antes del debut oficial cuando en la Concha Acústica durante un concurso de rajaleñas me pasaron un micrófono y empecé a hablar y hablar y cerré diciendo he dicho. No encontraba la manera de cerrar y fue la única forma de hacerlo. Me levanté y salí corriendo. Nunca supe qué dije”, recuerda.
Como pareja han trabajado juntos en teatro, en radio, radio-teatros, hicieron muchas transmisiones del festival, presentando de reinados, Toti fue narradora de cabalgatas y presentadora en el Teatro Colón, además los dos incursionaron en la producción cinematográfica. Ella en ‘Amazonas, infierno y Paraíso’ de Rómulo Delgado y producida por Lisardo Díaz (Felipe de Los Tolimenses), Leo también lo hizo en ‘Mis Pistolas hablan’ donde el popular Álvaro Falla hizo de pistolero.
¿Qué los enamoró?
“Leo sabe mucho, es una persona que tiene muchos temas de conversación, siempre le ha gustado la parte cultural, donde siempre lo he apoyado. Nuestra casa fue la primera sede de la Emisora Cultural del Huila, mi hijo mayor y mi hermana eran los encargados de prender y apagar los equipos, que se consiguieron con ayuda de amigos. Recuerdo que la antena estaba en el árbol de mamoncillo de la casa”, dice Toti Conde.
Ella confiesa que la enamoró todo lo que Leo hace como persona, “muy generoso, sobreprotector, muy amoroso, tiene buen carácter, de los dos yo soy la fosforito”. Por su parte él afirma que “Toti, era una mujer espectacular desde lo físico, su personalidad”.
Hoy Leo, se dedica a sus libros, estudia, cantan boleros con Toti quien desde hace un tiempo pinta y es voluntaria en Covolhuila. “Me gustaría que como pareja nos recordaran que somos unas personas que hemos logrado mantenernos en el tiempo”.
Como un buen ser humano, productivo, que trabajó en favor de la gente, así le gustaría a Leo Cabrera que lo recordarán, el mismo que como caído del cielo se coló por una ventana para entrar en la vida de Toti Conde, su compañera de vida. Y de eso ya han pasado más de cincuenta años.