Diario del Huila, Crónica
Por: Hernán Guillermo Galindo M
Pese a una sordera, Miguel Darío Polanía tiene la virtud de hacerse entender y entender a los visitantes de la Biblioteca Departamental Olegario Rivera, de Neiva, donde es coordinador.
Miguel Darío Polanía nació en Pitalito, pero sus estudios de primaria y secundaria los hizo en el colegio Claretiano de Neiva cuando lo orientaban los sacerdotes claretianos, recuerda con especial aprecio. “Tengo muy buenos recuerdos de esos años”, dice
Después viajó a Bogotá a estudiar comunicación social y periodismo en la universidad Jorge Tadeo Lozano, que por ese entonces era la única que tenía la carrera con ese énfasis, pero termina estudiando artes en la Escuela de Artes de la capital colombiana.
Era joven inquieto, rebelde y entonces entra a formar parte del movimiento estudiantil de la época, por allá en finales de los setenta, y producto de esa participación en los movimientos sociales lo expulsan del lugar de estudios junto con varios compañeros.
“Como alternativa me refugio en la pintura que de todas maneras no había dejado ya que teníamos un grupo que hacía murales como apoyo al movimiento estudiantil y forma de expresar el descontento contra las políticas del Estado”, comenta.
Es la oportunidad de conocer a pintores, salas de exposición y es en el Museo Nacional donde conoce a Oswaldo Guayasamín, pintor ecuatoriano que lo marcó en sus comienzos en la actividad.
Retorna al Huila y se refugia en San Agustín donde descubre que esa pintura que encuentra en el sur del Huila tiene mucho en común y trabaja en ese aspecto hasta realizar su primera exposición en Bogotá en la Alianza Colombo Soviética, y así decide dedicarse más a la pintura.
Retornó a Neiva
Llega a Neiva a trabajar con Olmo Guillermo Liévano en la galería Tocaya en donde hicieron muchas exposiciones y conoció el oficio para llegar a ser galerista.
Además, comienza a ejercer una nueva etapa en la vida etapa como escritor y crítico de arte. “Teníamos una página en el Diario del Huila que se llamaba la Pizarra del Arte”, recuerda.
La primera crítica fue sobre Phanor Satizábal y una exposición que hacía. A partir de ahí sigue opinando y escribe sobre el tema cultural regional.
La escritura se convierte en la alternativa a no poder pintar y toma el seudónimo ‘Miguel de León’, “quien era el propagandista de la república de los artesanos junto a José María Melo”. Al continuar como escritor sigue usándolo ante lo complejo de la crítica abierta.
Su primer libro del mundo de la crítica del arte es Expresiones visuales del Huila. Concursa en el Instituto de Cultura que lo vincula como servidor público.
“Era el año 93, tiempos en los que hubo un renacer cultural en Neiva y el Huila. Fueron años de un despertar y recomposición del movimiento cultural y el Instituto aportó bastante en ese renacer”, agrega.
Bibliotecario
Entonces se da una reestructuración administrativa que transforma el Instituto. Pasa de tener algo más de 150 empleados a sólo 50 lo que lleva a Miguel a ser trasladado a la Biblioteca Departamental Olegario Rivera, que hoy coordina.
Comienza el proceso de bibliotecario al lado de Yesid Morales en un proceso de aprendizaje sobre cómo se entra al mundo de los libros, conocerlos, saber dónde estaban, hacer un catálogo, categorizarlos y, sobre todo, cómo atender al usuario, “realmente ser su guía”.
“La biblioteca, con todos esos libros y toda la serie de contenidos, le enseña a uno la cantidad de ignorancia que tiene la persona y entre más grande la estantería es mayor la ignorancia frente a las posibilidades de conocimiento que tiene el ser humano”, comenta.
La otra parte es que también se es consciente de lo importante que es que ese conocimiento permita construir un ciudadano más crítico, más lector, más pendiente de la realidad. Es todo un proceso, agrega.
Tras pensionarse Morales, Miguel Polanía asume la responsabilidad total, con un trabajo adicional y es el paso de la Biblioteca al edificio del Centro de Convenciones, que significó casi montarla de nuevo.
“Es un trabajo colectivo de mucha gente, que ha permitido tener una biblioteca que sea viva, que no sólo se llegue a leer. Hoy en día las bibliotecas en Neiva son las que mueven la parte cultural a través del lanzamiento de libros, exposiciones, talleres, seminarios, que la hacen un espacio más activo para los usuarios”, destaca.
Pasaron de 10 mil ejemplares a 22 mil y se han establecido salas como la infantil, con unos 2.500 libros.
“Es y ha sido una constante lucha para sacar adelante la biblioteca, en donde muchas veces las dificultades vienen del propio engranaje administrativo. No todos entienden la importancia de la lectura”, dice.
Como toda biblioteca moderna cuenta con tres espacios básicos: salas de lectura, informática e infantil.
“Espero estar un tiempito más para poder dejar la Biblioteca fortalecida y al servicio de toda la comunidad”, señala.
Es un poco el mundo de un bibliotecario desde una mirada somera en torno al trabajo de Miguel Polanía, que combina su labor de bibliotecario con su pasión por la pintura y la escritura que siguen acompañándolo.
“Este es mi mundo, es mi proyecto de vida, en ese sentido he tenido dificultades porque se pinta y se escribe de noche y a veces se sacrifica la familia”, concluye.