Diario del Huila

Un viaje sin pasabordo por la poética de José Eustasio Rivera

Feb 20, 2021

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DIARIO DEL HUILA, BOTALÓN

Martha Cecilia Andrade Calderón

El pasado martes 16 de febrero, la Tertulia El Botalón en su temática cultural mensual contó con la presencia de un timonel poético que permitió remar por las aguas líricas de la obra centenaria de Tierra de Promisión (1921-2021) de José Eustasio Rivera. El capitán del viaje fue el invitado, especialista del tema literario, escritor, pero mejor Maestro, con mayúscula, Jorge Guebely Ortega, quien desde su experiencia brindó unos pasabordos inocuos, desprovistos de cualquier racionalidad e invitó al auditorio virtual hacerse infante, para que lo acompañáramos a viajar al corazón de un poema: Tierra de Promisión, como llamó a su conversatorio.

Fue así como los asistentes, inspirados por el tejido verbal del maestro barranquillero-huilense, e inmersos en su tonalidad serena, nos hicimos coequiperos de la travesía y disfrutamos del paisaje que nos brindó los tres puertos o partes del viaje de la colección de los 55 sonetos condensados en una muestra seleccionada y acompañada por cuadros pintados por el maestro Guebely, sin ninguna pretensión estilística, pero sí,  con el impulso vital de trazar en el lienzo el mundo simbólico de Rivera.

El sentido y las interpretaciones magistrales, argumentadas por teóricos y asociaciones literarias, brillaron con sinestesia en el fluir del viaje verbal sobre nuestras blancas pantallas. La identidad del bardo huilense fue descrita como la fusión intima de su ser, la cual gira alrededor de lo sagrado y lo profano que siempre, en palabras del profesor, será el motivo central del acto creador de Rivera.  El conferencista, explicó como en Rivera se fusiona por un lado el ganadero, racional, profano, y por el otro, lo sacro, en su ser humano, sensible, contemplativo que desborda su intimidad para encontrar verdades en una realidad natural del paisaje regional, planteado por el conferencista, como universal, su pretexto de encontrar en el fondo de su mirada poética, la esencia humana.

La bitácora del conferencista marcó el mapa del recorrido, el prólogo inicial dado en el primer soneto, luego los 18 poemas del rio, los 10 de la montaña y 26 de la llanura. Así el libro Tierra de Promisión da cuenta de la estructura del relato arquetípico –cristiano-, de tres partes, número cabalístico en muchas culturas. En su viaje por la naturaleza, el poeta deriva hacia al infierno, luego sube y asciende a la espiritualidad de la montaña y por último baja a la llanura, estadio culmen de lo terrenal, en palabras del crítico.

Al público se le insistía, “no piense, mire, observe y viva el poema”. Y así se rebasó el primer puerto con el descenso explicado del prólogo: “Soy un grávido río, y a la luz meridiana / ruedo bajo los ámbitos reflejando el paisaje;/.  El yo poético convertido en río, baja –de las cumbres- y se encuentra –explica el maestro Guebely- como Caronte en su barca, en la Divina Comedia llegando al infierno.

En este estadio, los viajeros avivados por la narración del conferencista y la muestra pictórica de sus cuadros, se muestra todo el engranaje del lenguaje de Rivera dado en figuras retóricas y simbologías que presumen todo un cuestionamiento existencial, apesadumbrado.

En la primera parte, y primer puerto para nosotros los espectadores, cibernautas, aparecen las víctimas y los victimarios, una garza enemiga que atrapa y se come al pez, “Es un pez nacarino que irisándose juega/en la diáfana linfa del remanso callado;/ la enemiga acechante los plumones despliega, /con asalto certero del cristal lo arrebata/… En este cuadro se percibe la lucha por la sobrevivencia, quizás, convirtiendo la escena en un acto moral. Aparece también la temática del acoso sexual como una manera para dar cuenta de la destrucción de la dignidad humana en la víctima, una mujer.

De esta manera, sumergidos en este angustioso espacio, se da un giro, y como si pasáramos del dolor y la pena al encuentro de la primera tentativa de sacralidad, expuesta así por el especialista, nos impulsamos a subir la montaña, lugar que contiene personificaciones en animales propios del espacio andino. En este puerto, o segunda parte el libro, explica el conferencista, ronda la luz, lo místico, la tristeza, nostalgia, santidad. El poeta hace gala de su intuición para ver en lo visible lo invisible. Profunda y recóndita nostalgia, insondable búsqueda de lo eterno.

Los cuadros gustosamente pintados por Guebely, asemeja una poética claro-oscura de colores vivos con muchos matices surrealistas que los viajeros atisban con atención. Detrás del Guión, en esta parte está el cóndor personificando con sus alas el yo poético: y al bruñirlo la luna con temblores de argento, /hacia allá, por encima de las cumbres serenas, /como una nube blonda vuela mi pensamiento. Una pantera ágil como un rayo que es embestida en su madriguera por el indio.

Aparece el encuentro sexual, en este paisaje; lo atestigua los bellos versos que delicadamente permean este recorrido por la montaña: “Hace luna. La fuente habla del himeneo.! /La indiecita solloza presa de mi deseo, y los hombros me muerde con salvaje crueldad/… /y la montaña púber huele a virginidad/.

De igual manera, se vive la presencia de otros animales que recogen la simbología de la esencia lírica, una mariposa que tiene ojos, que siente; un águila, que desde las alturas ilumina a donde debe dirigirse el poeta: El águila perínclita divisa con nostalgia la luz sagrada del horizonte. Una paloma torcaz, que como el hombre diviso con nostalgia la luz sagrada del ocaso.

Desde esta cumbre se mira el orbe, al cenit lo lejano. Aparece la infinitud de los astros que callan pero que el corazón lo sabe. El yo poético intuye que es parte de ese universo. De ese infinito que es insondable. Expresa nuestro capitán, en sus elucubraciones expositiva, para que nos mentimos buscamos siempre por diversos caminos, ya sea espirituales o religiosos, la certeza de nuestros vacíos, la patria original.

En el segundo giro de este navegar, se llega a la tercera parte del libro, más horizontal y donde se reafirma la hipótesis crítica, hay una nueva tentativa de sacralidad. En efecto, allí en lo llano, la pampa, se encuentra con el erotismo, como ese cántico espiritual, sacro de San Juan de la Cruz, y que difiere del sexo, que es más profano.

No obstante, felices desembarcamos de este viaje, satisfechos por tanto aprendizajes, se inicia el conversatorio. El expositor escucha, dialoga y sigue con su dialéctica, persuadiendo a los asistentes, quienes atónitos y emocionados expresaron la impresión que tuvieron en el recorrido de este viaje poético. En este encuentro no solo llegamos al corazón del poema, sino el palpito del poeta.

Las indagaciones y comentarios del grupo fluctuaron entre sentires, reflexiones y aportes. Entre las más concluyentes están, que el poemario logra la descripción de una tierra de promisión, evocación de hace referencia a la tierra prometida ofrecida por Dios a Abraham.  Que se debe asumir el reto de empoderar el sentido de la tierra huilense hacia ser más una tierra de promisión y no como la tradición colonial nos la ha hecho sentir y divulgar, un valle de las tristezas.

Frente al reconocimiento de la magistral conferencia y al sentido universal que tiene la pluma de José Eustasio Rivera, se cuestionaron aspectos relevantes que están aún por resolver en la agenda cultural del Huila. Por ejemplo, se dilucidó sobre la necesidad de tener en el departamento, ya sea en el Municipio de rivera o en Neiva, la Casa Riveriana, proyecto que, aunque se ha pensado en el pasado, no se ha podido llevar a cabo.

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