DIARIO DEL HUILA, CRÓNICA
Por: Hernán Galindo
Yairsiño Cumbe Macías tiene 43 años y trabaja desde hace ocho en la empresa Ciudad Limpia como recolector de basura. Entra a las 5:30 de la mañana para alistar los vehículos y verificar que se encuentren en óptimas condiciones antes de que lleguen los supervisores.
“Mi trabajo se hace por las principales avenidas de Neiva como Circunvalar, la calle 8, en el centro, la carrera séptima o los barrios”, cuenta. En cada vehículo laboran un conductor y dos tripulantes.
Hacen turnos entre cinco y ocho horas, de acuerdo a las rutas de los 18 carros que forman parte de la flota que atiende la recogida de desperdicios en la ciudad.
A la pregunta ¿qué es lo más fácil y lo más difícil en su trabajo? responde: “No es fácil adaptarse a lo duro del trabajo, lo más difícil es la calidad de las calles en algunas zonas y ver tristemente que la gente no cuida la ciudad”
Un hombre agradecido
Yairsiño nació en Neiva y recibió el mismo nombre de un futbolista brasilero por su papá, ya fallecido, muy aficionado a ese deporte. “Admiraba al jugador de la selección campeona en México 70”, recuerda con nostalgia.
A él también le apasiona el fútbol. Le hubiera gustado ser futbolista profesional, para jugar en el equipo de sus amores, “mi Atlético Huila del alma”, dice y se le ilumina el rostro. A veces juega sus picaditos. Es delantero y goleador, relata y se ríe.
Cumbe estudió hasta grado once y por necesidades económicas de la familia, que vivía en el barrio Plazas Alcid, con ocho miembros, debió abandonar las aulas para ayudar a sostenerla.
“Lo difícil del trabajo es que a veces no acabamos de recoger la basura de una zona, cuando ya hay de nuevo. La gente no ha entendido la importancia de mantener las calles limpias, no tienen conciencia”, se queja, enfundado en un traje verde.
Diego uno de sus compañeros de trabajo. Los dos cumplen ocho horas diarias, a veces de 6 a.m. a 2 p.m., empezando en el punto de encuentro que es la sede de la empresa en el barrio Alberto Galindo.
Lleva 8 años. Ingresó cuando tenía 35. Es muy buena empresa, afirma, con seguridad. Le ha dado estabilidad y garantías para sacar adelante a su familia que conforma con Paola, su compañera de viaje, como le dice y sus dos hijos: Brigitte de 17 años de edad, estudiante de enfermería, y Ronald, de 5, que estudia preescolar.
No sabe cuántos kilómetros recorre al lado del carro en rutas que pueden durar entre cuatro u ocho horas, de lunes a sábado.
“La patoneada depende de la ruta: La mía dura 5 horas, como puede durar 8. Es suba y baje a la parte posterior del carro. Recoja y eche bolsas, cajas y todo tipo de material. Así cuadra por cuadra. En una carrera contra el tiempo. La misión es dejar las calles limpias. No amanecen aseadas por arte de magia”, destaca.
Cada quien tiene su estilo. Más de uno se trepa al camión en marcha y la mayoría suele lanzar las bolsas sin que se detenga por completo. Hay que atinar la puntería. Para eso se necesita práctica, técnica y audacia.
Yair es creyente. Todos los días se encomienda a Dios antes de cada jornada. “Uno sale todos los días de casa a cumplir con el trabajo, pero no sabe si regresará. Sólo Dios sabe”, reflexiona.
Cultura ciudadana
¿Cómo los trata la gente? ¿Les agradece el servicio?: “Hay de todo. Unos mal, otros bien. Pero, no me afecta, no queda tiempo. El trabajo es muy rutinario”, responde, aunque le gustaría no los vieran con desprecio. “Que sean más humildes con nosotros. Que reconozcan nuestra labor”.
Recomienda a los ciudadanos sacar la basura los días y horarios establecidos porque “las personas de la calle y los perros escarban y rompen las bolsas, retrasando el recogido de las compactadoras. No es lo mismo recoger una bolsa cerrada a una rota, con la basura esparcida. Además, hay menos olores y menos desorden”.
Le teme al Covid, pero duda si se vacunará. “Mmm”, piensa en voz alta y se queda callado.
Nos despedimos. Para él y sus compañeros nuestros respetos. Y, ustedes, piensen dos veces antes de sacar la basura a deshoras y menospreciar su dura labor diaria.