Jesús Armando Montañez, es un filósofo nortesantandereano que lleva más de 40 años como profesor, lo que le permite opinar sobre la educación. Su padre le regaló ‘Cien Años de Soledad’, de la primera edición, una obra que tiene como referente. De su familia considera que es lo mejor que hay.
“Mi padre, sin ser estudiado, era muy culto, un lector de periódico. Se reunía con los amigos y hablaba del precio del café, de la cotización en las bolsas de Nueva York y Londres y yo era testigo de esas charlas. Recuerdo un detalle muy bonito y es que cuando salió la primera edición de ‘Cien Años de Soledad’, él ya había leído de García Márquez, la compró y me sorprendió diciéndome: ‘ahí está el libro de este que es famoso, léaselo’. El libro aún lo conservo, es un incunable porque es el que tiene la e invertida y es de la primera edición”, así recuerda sus años en su casa paterna, Jesús Armando Montañez Rodríguez, profesor de filosofía, con más de cuatro décadas de experiencia.
Aunque nació en Chinácota, Norte de Santander, hace 65 años, vive en Neiva desde 1978 donde se ha desempeñado profesionalmente y ha formado una familia. “Allá transcurrió mi infancia y mi juventud, con mis padres Simón y Carmen Celina, unas personas muy trabajadoras, ellos entregaron a sus diez hijos la herencia del trabajo y la dedicación”, afirma.
Es el mayor de los hermanos, y estudió en el colegio San Luis Gonzaga de donde se graduó para luego ingresar a estudiar en la Universidad Nacional donde empezó a estudiar química farmacéutica. Hizo dos semestres y se aburrió, porque era muy absorbente.
“Conversando con unos amigos y haciendo una reflexión sobre las ciencias sociales y humanas, le dije a mi papá que me iba a cambiar de carrera y empecé con la filosofía, era un ambiente de intercambio intelectual, de ideas. La filosofía es un descubrimiento, es algo práctico porque tiene que ver con la manera como el ser humano comprende el mundo, lo va asimilando. Es el espacio en el cual se desarrolla la sensibilidad, respecto de todo lo que compone la heterogeneidad del mundo y el ejercicio permanente de razonar. Una manera muy clara y franca de vivir la vida”, indica.
Para el profesor Montañez, “el filósofo tiene la capacidad, de ver, de mirar, de razonar un poquito más allá del común de la gente. La capacidad de filosofar la tenemos todos, sin necesidad de estudiar a Kant o Aristóteles, todos tenemos la capacidad de razonar sino que esa capacidad la hemos cedido, no la usamos, lo que menos usa el común de la gente hoy es la razón y la cambiamos por la superficialidad. Hoy el mundo está inmerso en lo virtual, donde le ponen todo hecho”.
Su llegada a Neiva
Al terminar su carrera hizo su trabajo de grado y en un determinado momento decidió trabajar y fue cuando se encontró con un amigo supervisor del Ministerio de Educación y le dio la oportunidad de escoger trabajar en cinco ciudades, entre esas estaba Neiva.
“Ese día estaba don Eduardo Rojas Bahamón, rector del Instituto Técnico Superior y me invitó a venir y yo acepté. Aquí llegué un primero de mayo del año 1978, y ahí sigo. Ya son más de 40 años. Posteriormente ingresé como catedrático a la Universidad Surcolombiana, donde ya son como 30 años”, comenta.
Jesús Armando Montañez, desde su experiencia afirma que la educación es mala. “La virtualidad es una mentira, no ha generado ningún desarrollo cualitativo de la educación, hubo un aprendizaje, en la manipulación técnica de los programas, pero cuando usted se reúne virtualmente con 30 estudiantes, están haciendo de todo menos aprender. Ellos están ahí pero en otras cosas. Cuando volvieron a la presencialidad muchos no tenían ni un cuaderno de apuntes. La educación es mediocre, y eso se da en las universidades y en los colegios, nos nivelamos por abajo”.
Pero al parecer, no todo está perdido, pues considera que “eso se puede corregir si dejamos de ser menores de edad mentales para hacernos mayores de edad mentales, ese es el papel. Por eso estas sociedades son fácilmente manipulables, crecemos corporalmente pero mentalmente seguimos siendo niños, hacemos lo que los demás nos dicen”.
Su familia
Jesús Armando Montañez está casado con Blanca Leonor Velásquez. A mi esposa la conocí en Neiva, ella es de Bogotá, y aquí vivía con un hermano. Un día coincidimos en un viaje y ahí empezamos, ya son más de 35 años”.
En su matrimonio tiene dos hijos: María Natalia que es bióloga y tiene una maestría y es profesora universitaria, y su hijo Néstor Armando, que es médico. “La familia para mi es lo mejor que hay, si puedo describir un estado de felicidad es compartir, vivir en familia, donde tenemos la oportunidad de ser solidarios. Aquí somos abiertos, podemos convivir, aquí no hay machismo y respetamos la manera de pensar”, indica.
Afirma que de su vida no se retracta de nada. “Me gusta mi vida, soy sincero, no soy políticamente correcto y eso a veces trae problemas. La religión para mí es humo, es la manera de desdeñarle a la gente la forma de pensar, adormece, aunque mi esposa va a misa y a mi no me molesta para nada. La religión es un hecho cultural que se convierte en un producto comercial”.
A sus años no ha escrito ni un libro, aunque tiene cinco capítulos de su autoría sobre ética, pero no está interesado en publicarlo. “Yo no soy lo que he escrito, sino los libros que he leído, aunque he sido columnista en los periódicos, no me mortifica el escribir”, expresó.
Volviendo a los recuerdos con su padre, en Chinácota, a él le agradece que le enseñó a leer sentado en sus piernas. “Cuando él era ya mayor, me contaba muchas historias de la violencia, de cómo fue testigo de muchas cosas”.
Finalmente, afirma que se identifica con todos los personajes de ‘Cien años de soledad’ pero le llama la atención Úrsula. “Cien años de soledad’ es una fantasía, me gusta leerlo y releerlo, me gusta leerlo por partes, es una gratificación cómo García Márquez nos hace soñar e imaginar todo ese mundo de Macondo, las mariposas amarillas, los personajes fascinantes, como Úrsula o José Arcadio Buendía, eso es algo inigualable”.