Diario del Huila, Crónica
Por: Hernán Guillermo Galindo
Alfredo Collazos Ortiz es un apicultor por vocación, hecho a pulso y con amor. Hoy, es docente universitario y lidera a los productores de miel en el Huila.
Alfredo Collazos Ortiz cuenta que tiene colmena propia, donde Claudia Patricia, su esposa, es la reina, y las dos hijas, las obreras, y a él le tocó el papel de zángano, y suelta a reír con ganas.
El ejemplo es para evidenciar el amor que este neivano de 52 años tiene por la apicultura y las abejas, con las que casi que se tropezó, pero que lo han llenado de alegrías “porque me fascinan”, comenta con la pasión que lo caracteriza.
Estudios y vocación
Y así Alfredo comienza a contar su historia. En su imaginario tiene los mejores recuerdos de la infancia y juventud asociados al campo, que no disfrutó sobre el terreno, sino a través de los cuentos que le narraban con detalles su abuelo, Simón, que vendía piña y frutas en la antigua galería en el centro de la ciudad, y el padre, Abel Collazos Salazar, que se pensionó tras trabajar en la época grande de las trilladoras, por allá en los años ochenta.
La primaria la estudió en el núcleo escolar El Guadual de Rivera y el bachillerato transcurrió entre el Claretiano y la Academia José María Anzoátegui.
“Me hubiera encantado contar que soy de total origen campesino, que me crie en el campo, pero la verdad es que no fue así. Fui casi citadino, pero con el tiempo me desquitaría”, afirma, y de inmediato aclara porqué lo destaca.
Los primeros contactos con la apicultura, oficio e insectos de los que se enamoró a temprana edad, fue precisamente en El Guadual.
“La apicultura es la actividad dedicada a la crianza de las abejas y a prestarles los cuidados necesarios con el objetivo de obtener y consumir los productos que son capaces de elaborar y recolectar, como la miel”, explica.
Como anécdota de ese primer encuentro con los animalitos son las picaduras de las abejas africanizadas que llegaban a causar terror en esa época.
“No teníamos recursos para el traje de protección, y como yo me iba por los arbustos a ver el proceso pues me picaban. Eso me marcó, pero para bien, porque aprendí muchas cosas”, sostiene.
Por eso a nadie extrañó que ya bachiller se inclinará por una carrera que tuviera que ver con el tema, pero no había en Neiva. Entonces se presenta en la Universidad del Tolima, pero no pasa. Hace un intento con ingeniería agrícola en la Surcolombiana y tampoco logra ingresar.
Luego, para su felicidad, aparece la Corhuila con la oferta de zootecnia, que se relacionada la profesión que lo apasionaba.
“Miro el pensum y en tercer semestre figuraba apicultura. No lo dudé y de inmediato ingresé”, comenta, y se le ilumina el rostro.
El problema es que no había quién dictara la materia de manera práctica. Así fue que a punta de voluntad y tenacidad demostró el interés por la apicultura. Todos los profesores anticiparon que eso era lo mío.
“Mientras estudiaba me hice a una colmenita. En el Sena encontré libros sobre el tema y así amplié los conocimientos. Al final de la carrera se abrió una puerta que me cambió la vida”, sigue contando.
En una de las prácticas conoció las instalaciones de CorpoIca, en Mosquera, Cundinamarca, que era fortín de los estudiantes de la Nacional y La Salle de Bogotá.
“Logré colármeles y hacer mi pasantía allí, gracias a los argumentos que convencieron al director de la época”, expresa, con risa.
Con el cartón y conocimiento trabajó como técnico en 7 proyectos en municipios del Huila y se hace docente universitario en la Cooperativa de Ibagué. También enseñó en el Sena y adquiere una maestría en el Centro de Investigación de Cultura Tropical en Costa Rica, cuenta, y se duele de no haber sido profesor de su alma mater, aún…
Cooperativa de apicultores
Alfredo es parte importante de la fundación de la Cooperativa, Coapi, que asocia al 67% de los apicultores del Huila, con Ana Brígida Moreno, la primera gerente. Actualmente es gerente y está agradecido con los 350 apicultores de 17 asociaciones municipales que participan.
“Iniciamos con 140 fundadores que nos mostraron y dieron a conocer sus experiencias”, explica.
Y siguen creciendo. El gremio tiene presencia en 25 de los 37 municipios. Entre más personas más no vamos fortaleciendo. Queremos recuperar los primeros lugares como productores en el país. Estuvimos en segundo lugar, hoy estamos en el puesto quinto, señala.
“Estamos convencidos que podemos evolucionar y crecer para convertir la apicultura en uno de los reglones económico más importantes para el departamento y el país”, expresa.
Y es que la pandemia fue un fenómeno increíble para el sector, aumentó el consumo con la información de que el producto era clave para fortalecer el cuerpo para enfrentar de mejor manera el Covid-19.
“Se disparó el consumo, pero también crecieron fenómenos como el contrabando, llegan mieles importadas de Venezuela, Argentina e incluso de la India”, protesta, esperanzado en que las autoridades actúen.