Los sectores políticos que se encuentran en oposición al gobierno de Gustavo Petro han dejado claro sus posiciones frente a las iniciativas que ha emprendido la actual administración y que se han reflejado en los diversos debates que se han desarrollado en el trámite de dichos proyectos en el legislativo. Al cumplir los primeros 100 días de gobierno, hay que reconocerle al primer mandatario la disposición al diálogo con todos los movimientos políticos. Claro está que las contradicciones no han faltado. Con Uribe, se ha sentado dos veces a dialogar, donde el expresidente ha sido radical en sus planteamientos. Pero se le abona las expresiones públicas, donde reconoce que el actuar presidencial ha sido coherente con lo manifestado durante su campaña presidencial. Por tal motivo la opinión pública debe someterse a los cambios propuestos y que le representó las mayorías obtenidas en los pasados comicios. No debemos extrañarnos que continue con sus iniciativas, así algunas se conviertan en inviables, porque rompen la tradición de la institucionalidad que hemos tenido desde hace doscientos años, cuando se inició la era republicana.
Hay que reconocer que recibió un país con una crisis social, económica y política bastante complicada, por los altos indicadores de pobreza y de inequidades que se reflejan en los indicadores que periódicamente publica el Dane. No podemos ocultar el sol con un solo dedo de la mano. Los retos y desafíos son mayúsculos. Lo que, si tiene que hacer, es aterrizar sus propuestas dada la actual coyuntura que presenta la sociedad colombiana. No debe generar con sus trinos y discursos, junto a los integrantes del equipo de gobierno, distanciamientos, ni desconfianza empresarial, pero que la aprobación de la reforma tributaria, prohibición de la explotación de hidrocarburos y otras iniciativas, le están ocasionado una disminución de su imagen en los diferentes sondeos de opinión.
Lo que sí es criticable son las pretensiones de desmontar el Esmad y disminuir el accionar de las fuerzas militares, prohibición de bombardeos contra los grupos insurgentes y uso de glifosato, contra el accionar delincuencial creciente de los actos de vandalismo, masacres, aumento del narcotráfico, inseguridad ciudadana, expresiones de inconformismo que se han traducido en ataques a la fuerza pública, bloques de vías, invasiones de tierras, entre otros hechos desestabilizadores, que han colocado contra la pared al gobierno nacional y que han generado un rechazo por parte de la comunidad internacional.
Pero el error de Petro es que, a pesar de los llamados al diálogo, ese de tender puentes con la oposición, parece que por ratos queda destruido con algunas salidas en falso que tiene el mandatario, particularmente a través de su cuenta de Twitter o en discursos desde la tarima. Por momentos parece como si siguiera en la campaña y no que fuera el jefe de Estado.
